domingo, 5 de mayo de 2019

EL NACIMIENTO DE ROMA (III)


Y es que... en todo este tiempo, ¿qué ha pasado con los Etruscos? ¿Es que nadie piensa en los Etruscos?

               Los etruscos llevaban un par de siglos ocupando la zona norte de Italia, repartidos entre las regiones de Toscana y Umbría hasta el Lacio y la Campania (dónde tendrían más que palabras con los colonos griegos del sur de Italia), y también el valle del Po, en el norte, desde la Lombardía al sur del Véneto. La verdad es que los etruscos han sido siempre un pueblo bastante misterioso, enigmáticos como la famosa "sonrisa etrusca" que dejaron plasmada en sus esculturas, y que viene siendo la cara de "sí, me estoy riendo porque sé cosas que tú no sabes...". Y es verdad, seguimos sin saber muy bien de qué se reían. Pero tampoco tenemos muy claro como se gobernaban, si era un imperio o ciudades-estado, y otro montón de cosas, que además no tiene pinta de que vayamos a averiguar pronto, ya que el gran problema es que no entendemos sus escritos. Y es que aunque utilizaban letras similares a las del alfabeto griego y podemos leer etrusco, no tenemos ni puñetera idea de qué significa lo que dicen.

Este es el Sarcófago de los Esposos, una de las obras más conocidas del arte Etrusco, y sí, miradles... se ríen. ¿De qué? A saber, pero oye, se lo debían pasar teta. 

               Pero allí estaban, y en su frontera sur, Roma empezaba a despuntar entre el resto de las ciudades del Lacio. Para conocer la guerra entre Roma y Etruria tenemos dos fuentes principales, y es muy gracioso, porque cada una cuenta cosas diferentes. Como si fueran mundos paralelos y en cada uno hubiera pasado una cosa distinta, así que no tenemos muy claro qué es lo que paso en realidad, aunque el final quedó cristalino para todo el mundo. En fin, es como si Han Solo disparó primero o no al cazarrecompensas, el caso es que al final este estaba muerto. Nuestras dos fuentes principales sobre este tema son los historiadores romanos Tito Livio y Plutarco, y es que a los romanos les molaba mucho lo de estudiarse a sí mismos. El primero era un fan de la República que vivió en los tiempos del inicio del Imperio, cerca del entorno del Octavio, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Y sobrevivir a toda la dinastía julio-claudia tiene su mérito. Plutarco, en cambio, era griego de origen, estudió en la Academia de Atenas y sólo llegó a ser considerado romano en tiempos de Trajano. ¿Y qué nos cuenta cada uno de ellos?

               El comienzo de la fiesta es igual en ambos, Rómulo tomó la ciudad de Medullia, lo que hizo que a los Etruscos se les encogiera un poco el escroto, y que el ejército de la ciudad de Fidenas decidieran que había llegado el momento de poner orden. Según Livio, los Fidenates entraron en tierras romanas, estableciendo allí un campamento, lo que hizo que Rómulo se pusiera en movimiento (ya sabemos cómo llevaba el rey que le pisaran lo fregao) y tendiera una emboscada a los Fidenates, atacando la ciudad, pero dejando parte de su ejército en retaguardia escondido en un bosque para poder destrozar a los etruscos a su antojo cuando salieran a perseguirles. El truco de Rómulo funcionó, y los romanos consiguieron tomar Fidenas. Pero si los etruscos estaban un poco tensos, la caída de Fidenas en manos romanas  terminó de descolocarles vivos, y desde la capital etrusca, Veyes, salió un ejército para hacer frente a Rómulo. El ejército etrusco entró en tierras romanas, saqueándolas y llevándose el botín al norte. Rómulo echó a seguirles, cruzando el Tíber hasta entrar en territorio etrusco, y luchando finalmente contra los Veyentinos y derrotándoles, y aunque no llegó a tomar Veyes, si que se ensañó en las tierras cercanas, lo que hizo que temerosos los etruscos firmaran un acuerdo de paz con Rómulo.

               La historia con Plutarco cambia un poco. Para empezar, después de la caída de Medullia, fueron los romanos los que lanzaron expediciones hacia el norte, hacia Fidenas, hasta que tomaron la ciudad. Al igual que con Livio, Plutarco nos dice que tras la toma de Fidenas los Veyentinos se sintieron amenazados y marcharon a la guerra, pero en este caso, los etruscos se dividieron en dos grupos. Uno se dirigió a Fidenas para recuperar la ciudad, mientras otro seguía a Rómulo, que aún debía andar haciendo el romano por las tierras de Etruria. Los Veyentinos tomaron Findenas, pero Rómulo derrotó a los que le habían seguido, de modo que unos y otros se encontraron de nuevo cerca de Fidenas, donde Rómulo terminó de darles matarile y comenzó a dirigirse hacia Veyes. El final es el mismo que en el caso de Livio: acojonados, los Veyentinos firmaron la paz con Roma.

               ¿Y a cuál de los dos nos debemos creer? Pues... de decantarme por uno, yo lo voy a hacer por Plutarco, por dos cosas: primero porque es parte no interesada (relativamente, claro). Y segundo, porque se evita todo el esfuerzo que hace Tito Livio (historiador de cámara de los primeros emperadores romanos, no lo olvidemos) en situar siempre los motivos de la guerra ajenos a Roma. Es decir, Roma reacciona ante las agresiones de los Etruscos, lo que da una muy esforzada legitimidad a la historia del conflicto entre Roma y Etruria.      

Esta es la visión del pintor francés Jean Baptiste Nattier sobre cómo Marte se llevaba a su hijo al Olimpo para que Júpiter lo convirtiera en un dios... 


               Al parecer, Rómulo estaba hecho todo un campeón, había conseguido fundar una ciudad de la nada, había vencido a los latinos y los etruscos... y todo esto se le estaba subiendo un poco a la cabeza. Y además, al ancianete Numitor le llegó su hora, así que Rómulo se convirtió también en rey de Alba Longa. Así que se marchó para allá, que al fin y al cabo Roma era un extrarradio y Alba Longa era la ciudad potente, pero como quien mucho abarca poco aprieta, parece que el gobierno de Rómulo se fue haciendo cada vez más despótico y al tiempo más torpe, sin terminar de estar en un sitio o en otro, quitando atribuciones al senado, haciendo que los patricios se sintieran incómodos... Así que un día, mientras pasaba revista al ejército, en Julio del 716 a.C,  llegaron los dioses y se lo llevaron al cielo durante una tormenta. Los senadores decidieron que Rómulo se había convertido en un dios, y con el nombre de Quirino, le construyeron un templo en otro monte cercano, que llevaría el nombre de Quirinal.

               Ya, lo de los dioses no resulta muy creíble, y de hecho, lo que se piensa es que los propios senadores se lo cargaron y ocultaron su cuerpo en algún sitio, justificando la desaparición del cuerpo con el tema divino. Como no tenemos muy claro si Rómulo existió o no, lo que sí que podemos tener claro de todo esto es que entre el año 753 y el 716 aproximadamente, Roma fue surgiendo como centro de poder entre los latinos y los pueblos del Lacio, y de ser una simple aldea, terminó pudiendo plantar cara al poder más fuerte que existía en aquellos momentos en lo que sería Italia, o sea, a los Etruscos.  Durante un año más o menos, los senadores decidieron que Roma podía vivir sin un rey, así que se fueron turnando en el cargo, a semana por senador más o menos, pero evidentemente no parece una forma de gobierno muy efectiva, y terminaron eligiendo un nuevo rey (sí, monarquía electiva, como los pueblos germánicos en sus primeros tiempos), que sería Numa Pompilio... del que ya hablaremos.

              

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