domingo, 28 de abril de 2019

EL NACIMIENTO DE ROMA (II)


Dejamos a Numitor establecido de nuevo como rey en Alba Longa, pero a sus nietos, Rómulo y Remo, les había picado el gusanillo del gobierno, así que para no luchar contra su abuelo y derrocarle, que total para eso se habían ahorrado el volver a entronizarle, se marcharon de Alba Longa para construir su propia ciudad allí donde el río Tíber les había llevado y la Loba (o el pastor y su esposa) les había encontrado, un pantano situado entre los montes Palatino y Capitolio. Rómulo decidió fundar Roma en el monte Palatino, pero Remo quería fundar su ciudad, Remoria, en el cercano monte Aventino. Pero ambos eran conscientes de que no podían fundar dos ciudades tan cercanas, y en este caso, la ley de primogenitura no podía aplicarse, ya que eran gemelos. En lugar de jugárselo a los chinos, decidieron recurrir al avistamiento de pájaros, que hoy en día es una cosa como muy friki de fin de semana campestre, pero entonces era algo muy serio, ya que se utilizaba para vaticinar el futuro, pero que se lo tomaban en serio, no en plan Mi Queridísimo Piscis. Rómulo ganó el concurso, y Remo se encabronó. Si esto hubiera sido la historia de Argos, en este momento Remo se hubiera marchado de allí, siguiendo el vuelo de un águila solitaria, hubiera cruzado algún mar acompañado probablemente por Hércules y otros amigos, y después de atravesar jardines llenos de plantas devoradoras de hombres, conocer hermosas ninfas que querían convertirles en fuentes y derrotar a un basilisco, descubrirían un nuevo lugar donde establecer su Remoria, con el beneplácito de Marte, que hubiera dejado allí unas botas, un escudo y una corona para su heredero, inspirado en algún momento por la Sibila de Cumas. Por ejemplo. Pero esto es Roma, y aquí, muy serio, Rómulo comenzó a trazar el perímetro de su ciudad, algo sagrado para la cultura romana, y prohibió que nadie entrara en la ciudad mientras él trazaba esa línea. Remo se puso en plan "y si entro qué", y entró. Y claro, a Rómulo no le quedó más remedio que matarlo. Y lo mató.

Rubens imaginó así el encuentro entre Marte y Rea Silvia. El padre tenía todo un carácter, y claro, así le salieron de respondones los críos... 

               Así que en resumen, la historia fundacional de Roma está marcada por una violación, un asesinato y un fratricidio. Pero todo muy serio y muy romano. Como arranque no está mal. En fin, seguimos, que ya tenemos a Roma fundada, con Rómulo como rey. No tardarían mucho en comenzar a llegar aspirantes a ciudadanos, procedentes de otras ciudades latinas, y de entre ellos, Rómulo nombró a los primeros cien patres, con los que daría origen a los patricios y al Senado de Roma, que en principio sería un cuerpo legislativo de apoyo al rey. Roma ya estaba preparada para echar a andar, pero un día, los romanos se dieron cuenta de que les faltaba algo.

               Mujeres.

               Y sin mujeres, Roma no iba a durar mucho, no habría romanitos nuevos. Los refugiados romanos eran sobre todo hombres, y esto no era la historia de Argos, donde hubieran podido recoger mujeres sembradas en un campo con dientes de hidra, por ejemplo. Era Roma, había que cometer otro delito.

               Rómulo convocó unos juegos dedicados a Neptuno en el cercano monte Quirinal, y allí invitaron a muchos representantes de otros pueblos latinos, como los Sabinos, y estos acudieron a los juegos con sus hijas y sus mujeres. Y a una señal de Rómulo, los romanos tomaron a las mujeres de sus invitados, las secuestraron y expulsaron a sus familiares de Roma, diciendo luego que habían violado su hospitalidad (tócate los cojones). Los primeros días de las Sabinas (pertenecían a muchos pueblos, pero vamos a dejarlo así por aquello de la tradición) debían estar a la gresca, pero Rómulo consiguió aplacarlas, y poco a poco comenzaron los matrimonios entre los romanos y las sabinas. Ahora, fuera de Roma, se estaba armando gorda. Los latinos estaban que se subían por las paredes, y debido a que algunos consideraban que los sabinos estaban teniendo demasiada pachorra para la venganza, comenzaron a lanzarse uno tras otro sobre Roma. Pero fueron los latinos los que se llevaron ostias a mano abierta, de modo que se desarmaron a ciudades cercanas: Caenina, Antemna, Crustumno, Fidenas... Por fin los Sabinos vieron que se les estaban comiendo la tostada, y al mando del general Tito Tacio, se dirigieron hacia Roma.

Una escena del rapto de las Sabinas, obra de Jacques Louis David. El tío la historia de la guerra la llevaba regular, con aquello de mandar a la peña en pelotas a darse cuchilladas, pero ahora... de culos en primer plano controlaba un montón...

               Y esto ya era otra película, los sabinos estaban mejor preparados que sus vecinos, y no sólo consiguieron llegar a Roma, sino que pusieron cerco al Monte Capitolino. Una romana, Tarpeya, que vio la oportunidad de hacerse rica en manos de los sabinos, llegó a un acuerdo con estos, comprometiéndose a permitirles entrar en la fortaleza del Monte Capitolino, a cambio de que los sabinos le dieran "lo que llevaban en las manos", refiriéndose a sus brazaletes. Los sabinos tomaron la fortaleza, y así dominaron el Monte Capitolino, dejando a los romanos en el Palatino, y convirtiendo el valle que había entre ambas en un campo de batalla. Por cierto, a Tito Tacio lo de la traición de Tarpeya le sentó a cuerno quemado, aunque había sido en su favor, y lo que hicieron fue aplastarla con lo que llevaban en las manos... es decir, sus escudos. Para que en otra ocasión, tuvieran cuidado con lo que pedían. Pero bueno, el caso es que el nombre de la chica quedó para la posteridad, ya que se nombró como "La Roca Tarpeya" a un promontorio del Monte Capitolino desde el que se despeñaba a los condenados a muerte en Roma. Se les despeñaba civilizadamente, claro, que eran romanos.

               Las cosas se pusieron feas, los ejércitos se desbandaban, los héroes morían... y las Sabinas tuvieron que intervenir para salvar a sus maridos. La intervención de las mujeres permitió a unos y otros poner fin a la guerra, ya que con esto, las sabinas aceptaban su situación de mujeres romanas, poniendo fin a las reclamaciones de sus parientes, y de hecho, llegó un momento de gran hermandad, pues romanos y sabinos decidieron unirse en un sólo pueblo, trasladándose muchos sabinos a Roma y poniéndose bajo el gobierno de una diarquía formada por dos reyes: Rómulo por parte de los romanos y Tacio por parte de los sabinos. Cada uno de ellos tenía su senado, y bueno, parece que funcionaron bastante bien. Duplicaron el ejército, la caballería... Pero en un tiempo todo se torcería, aunque realmente no parece que Rómulo y Tacio llegaran a llevarse mal nunca. Por algún motivo, unos parientes de Tacio asaltaron y mataron a unos mensajeros que venían de Laurentum. Los Laurentianos pidieron justicia a Rómulo, pero este se lavó las manos, diciendo que Tacio le impedía actuar, así que  un grupo de laurentianos emboscaron a Tacio y lo mataron en Lavinium. En Laurentia se hicieron un poco de caca pensando en la venganza romana, así que entregaron a los asesinos a Rómulo, pero este dijo que podían volver a casa, que quítame allá esas pajas, y que total, lo comido por lo servido, que la muerte de Tacio era el precio por la muerte de los mensajeros. Total, que estaba mejor solo que acompañado.

               Tanto el tiempo de la diarquía como los años siguientes estarían marcados por conflictos con otras ciudades cercanas, como Cameria. En resumen, y al margen de lo que la mitología nos cuente de la creación de Roma, con o sin Rómulo y Remo, con Sabinas o sin ellas, lo que tenemos es una población surgente, la de Roma, con enfrentamientos entre otros pueblos latinos vecinos, alianzas, traiciones, y todo lo que cabe esperar en una situación como esta. El caso es que hacia el año 737 a.C más o menos, Roma se había convertido ya en la ciudad más importante del Lacio... lo suficientemente importantes como para atraer la atención de sus vecinos del norte, los Etruscos.

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