Como ya habíamos hablado, los
Bolena eran una familia de la nobleza británica sin mucho peso en sí mismos,
pero Thomas Bolena había conseguido un buen matrimonio, casándose con Lady
Elizabeth Howard, hermana de Thomas Howard, el tercer duque de Norfolk, que si
que era una de las cabezas más prominentes del reino. Del matrimonio de Thomas
Bolena y Elizabeth Howard llegaron tres hijos a la edad adulta, ya hemos
hablado brevemente de María y de Ana, tras ellas, nacería el único varón de la
familia, Jorge Bolena. De los tres hermanos, evidentemente la más relevante
para la historia sería Ana, y con ella vamos a continuar.
Ana Bolena en un retrato de época. Mirad la "B" del cuello. No, Galería del Coleccionista tampoco ha inventado nada. |
Ana
Bolena había vuelto a Inglaterra de la corte de Francisco I y Claudia de
Francia hacia 1522, cuando en rey Enrique ya comenzaba a cansarse del romance
que mantenía con la hermana de esta, María, y cuando ya todo el mundo en
Inglaterra dudaba de que Catalina fuera a darle un heredero varón a la corona
inglesa. Y es que los precedentes dinásticos en lo que a herederas femeninas se
refiere, eran peligrosos, recordemos la llegada de los Plantagenet al trono
británico y la guerra civil causada por la falta de hijos varones de Enrique I.
Por lo que sabemos, hacía ya años que Catalina de Aragón, que contaba ya con
unos treinta y siete años, no había tenido embarazos, pero Enrique se veía lo
bastante machote como para engendrar aún un buen puñado de herederos al trono
si encontraba la mujer adecuada con la que hacerlo. La verdad es que no sabemos
cómo ocurrió, qué ocurrió o cómo lo hizo, pero Ana Bolena, que en eso estuvo
bastante avispada, consiguió enredar a Enrique VIII, que por lo que sabemos
terminó colgado hasta las médulas de ella. Enrique la nombró amante oficial del
rey (o amiga entrañable, si utilizamos la terminología moderna), más de lo que
habían conseguido amantes anteriores, como Bessie Blount o María Bolena, pero
Ana no se detuvo allí, había puesto sus objetivos en una posición más alta.
Quería ser reina.
Y
llega el momento de presentar a uno de los principales actores de lo que fue
aquel periodo de la historia en Inglaterra, el cardenal Thomas Wolsey, que al
parecer tenía en común con Ana Bolena sus ganas de ascender socialmente. Él no
quería ser reina, pero llegó a convertirse en la persona más influyente del
reino. No tenemos claro si Wolsey era hijo de un carnicero o de un comerciante
de telas, pero fuera como fuera, encontró en la carrera eclesiástica la manera
de ascender en la sociedad, y a partir de 1507, se incorporó al servicio de
Enrique VII, pasando a formar parte del consejo privado de Enrique VIII cuando este
se convirtió en rey en 1508. No tardó en desplazar al resto de los consejeros,
jugándosela a unos y otros y bailándole el agua al rey y al Papa hasta que en
1515 fue nombrado Lord Canciller. Wolsey participó de todas las decisiones
políticas de Enrique VIII, pero él solito se metió en un fango peligroso al
intentar moverse entre tres aguas: Francia, España y el Papado, influyendo en
el cacao político y militar que hemos visto antes, con Enrique liándose a
hostias con Francia, declarando luego su amistad eterna al rey Francisco, y
volviendo luego a contactar con el Emperador Carlos para declararle de nuevo la
guerra a los franceses. El cardenal por un lado trataba de acercar a Enrique
VIII y Francisco I, mientras por otro lado preparaba el matrimonio de la joven
María con el emperador Carlos V, y hacía que el Legado Papal, el Cardenal
Campeggio, tuviera que esperar dos años para poder entrar en Inglaterra, sólo
porque podía hacerlo. Así las gastaba Wolsey. Y la aparición de Ana Bolena
reventó aquella telaraña,
El Cardenal Thomas Wolsey, pintado por un maestro anónimo. Que el perfil y los ojos así como de pez no os engañen... fue una de las mentes más audaces y complejas de su época. |
Como
hombre de confianza de Enrique VIII, Thomas Wolsey recibió el encargo de tratar
con la Santa Sede la cuestión del matrimonio de Enrique VIII y Catalina de
Aragón. Al parecer, lo primero que intentaron fue que Catalina se retirara a un
convento, pero la reina se negó en redondo, que ella era hija de Isabel la
Católica, y que era reina de Inglaterra. El convento para otras. Lo que Wolsey
y Enrique pensaban que iba a ser un pequeño movimiento interno en Inglaterra,
se convirtió de pronto en una cuestión que trascendería a todas las
Cancillerías europeas. Hoy hubiera abierto los telediarios: "¡El rey de
Inglaterra intenta repudiar a su esposa!". "Catalina se planta".
"Bolena o Aragón, ¿y tú de quien eres?". Y el problema era gordo, de
cojones. Los turcos estaban prácticamente en las puertas de Viena, el Papa
estaba intentando reunir a todos los reyes de la cristiandad para pegarse con
ellos en la puerta del cole. Francisco I de Francia estaba fuera del tablero de
negociaciones, se llevaba tan mal con Carlos V que prefería pactar con los
turcos a aliarse con este, así que los únicos que podían mover el cotarro eran
Carlos y Enrique... Y Wolsey que no sabía para donde moverse. Enrique puso a su
gente a moverse, e incluso encontraron un fundamento de derecho canónico que
quiso utilizar para disolver su matrimonio (que yo me imagino a Ana Bolena
diciéndole algo así como hasta que no sea reina no mojas), y es que en la
Biblia, entre otras muchas cosas bonitas y alentadoras, cuando se habla de
mujeres que se convierten en sal, fuego que cae del cielo y cuervos que sacan
ojos, se dice que el matrimonio de un hombre con la mujer de su hermano está
maldito por Dios. Lo que pasa que lo que pone en la Biblia los Papas lo pueden
contravenir, el que en aquellos momentos era el Papa, consideró que prefería
llevarse bien con el sobrino de Catalina de Aragón que con el rey de
Inglaterra. Y es que Carlos V tenía entre sus posesiones prácticamente la
totalidad de Italia, más allá de las ciudades-estado y los propios Estados
Pontificios. Sicilia, Nápoles, Milán, Siena... El norte y el sur de Italia
estaban en manos del Emperador, dejando al Papado entre ellos. De hecho, en
1527, el propio Papa se había tenido que esconder en el Castillo de Sant'Angelo
durante siete meses mientras españoles, italianos y alemanes alistados por el
Imperio saquearon Roma. Así que a pesar de los intentos de Wolsey de que en
Roma se disolviera el matrimonio entre Catalina y Enrique, en Roma no estaban
por la labor de llevarle la contraria a Carlos. Wolsey debió de ver que se le
acercaba un marrón importante cuando Enrique decidió pasar de él y enviar a un
nuevo mensajero a Roma, su propio secretario personal, William Knight, pero
tuvo poco éxito, y Wolsey trató de recuperar el control de la situación con sus
propios enviados, pero nada. Clemente VII siguió en sus trece, y aunque nombró
una serie de comisiones de investigación sobre la bula de Julio II y el
matrimonio entre Enrique VIII y Catalina, los años pasaban y Enrique no
conseguía la disolución de su matrimonio, y de hecho, en 1530 se determinó que
nada de nada. Que el matrimonio entre Enrique y Catalina era legítimo y que no
se disolvía. Que estaban casados, y que si Ana quería ser reina, que fuera la
reina de su casa. Wolsey había sido apartado del rey en 1529, sustituido por un
humanista del calibre de Tomás Moro, amigo personal de Catalina, quizá pensando
en que él podría hacerla meditar y apartarse... Pero que no, que no. Que reina.
Y punto.
Wolsey,
que se quedó sin casas y sin posesiones (Enrique decidió de hecho trasladarse
del palacio de Westminster a la residencia de Wolsey, Hampton Court), fue
exiliado al Yorkshire, pero finalmente se le acusó de traición y fue llamado de
vuelta a Londres, pero murió por el camino, a la altura de Leicester. El
conflicto se extendería tres años más, aunque ya en 1530 Catalina fue expulsada
de la corte inglesa y encerrada primero en el castillo de More, y luego en el
de Kimbolton. Sería finalmente Thomas Cranmer, cercano al entorno de los Bolena
y nombrado Arzobispo de Canterbury a la muerte de William Warham quien
terminaría declarando nulo el matrimonio. Lo que provocaría la ruptura entre la
Iglesia de Roma e Inglaterra.
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