domingo, 31 de marzo de 2019

ENRIQUE VIII Y SUS REINAS (IX)


               Los últimos meses de la vida de Cromwell estuvieron marcados por su tensión con el Duque de Norfolk, Thomas Howard, uno de los hombres más poderosos de la Inglaterra de Enrique VIII. El duque había sido un hábil jugador que se había sabido beneficiar del matrimonio de su sobrina Ana Bolena con el rey, y que se había apartado de esta a tiempo como para no verse implicado en la caída de la reina. Sus dotes militares y políticas se habían cuestionado durante la Peregrinación de Gracia y luego se había ocupado de solucionar esas dudas a base de espadazos. Y aunque Cromwell había conseguido que Enrique se casara con su candidata, Ana de Cleves, Norfolk consiguió que en la corte de la nueva reina se incorporara a una joven dama, su sobrina, Catalina Howard, hija de su hermano Edmund Howard y su esposa Joyce Culpeper. Catalina tenía dieciséis años cuando se la presentó en la corte, y de inmediato consiguió atraer el interés de Enrique, al que al parecer ponía bastante burro. Norfolk alimentó este encaprichamiento, probablemente pensando que podía convertir a Catalina en una nueva Ana Bolena, y a través de ella, moderar el carácter reformista de la Inglaterra que Cromwell había estado construyendo, ya que parece que los Howard eran mucho más conservadores de lo que Ana y Cromwell habían promovido. Según se distanciaba de Ana de Cleves, Enrique se acercaba a Catalina, a la que llamaba su "rosa sin espinas",  y junto a la que acudía por ejemplo a las fiestas celebradas por el Arzobispo Gardiner y otros hombres notables del entorno del rey.

Un retrato realizado por nuestro ya habitual Hans Holbein el Joven, que se dice que pudiera ser Catalina Howard. Mucha cara de ursulina tiene para lo que luego contaban... 

               Lo que pasó después, ya lo sabemos. Enrique rechazó a Ana, apresó a Cromwell, y el mismo día en que a este le cortaban la cabeza, él se casaba con Catalina. Anteriormente este matrimonio hubiera necesitado de dispensa papal, ya que Catalina era prima de Ana Bolena, pero en aquellos tiempos, Enrique ya se había convertido en un Juan Palomo de yo me lo guiso y yo me lo como, así que ningún problema para la boda. Catalina era joven, divertida, hermosa... y se la pelaba todo lo que no fueran las fiestas, las joyas y los vestidos. Era una Kardashian del siglo XVI. Así que chasco para su tío, que si pensaba influir en la política de Inglaterra a través de ella, iba dado. Es más, cuando Cromwell fue depuesto y posteriormente decapitado, ninguno de los numerosos títulos que había ostentado recayó en Thomas Howard, y de hecho, Enrique distribuyó esos títulos entre diferentes hombres, quizá pensando en no volver a centralizar en una persona tanto poder como había tenido Thomas Cromwell.

               Enrique tenía cincuenta años, Catalina dieciséis, y la pareja comenzó una luna de miel viajando a través de Inglaterra, donde Enrique podía mostrarle a su joven esposa lo mucho que le quería su pueblo, pero tuvieron que cortar el viaje porque Enrique comenzó a encontrarse mal, de modo que tuvieron que volver apresuradamente a Hampton Court, teniendo que pasar las navidades en Londres. ¿Y quienes andaban por allí? Vamos a ver a dos personas, una nueva y una a la que ya conocemos...

               Esta última es lady Jane Bolena, la ahora viuda de George Bolena y que con su testimonio había asegurado la muerte de su esposa y su cuñada. Lady Rochford había seguido formando parte de la corte, y había sido una de las damas de Ana de Cleves que de nuevo había colaborado con los deseos del rey al confirmar que su matrimonio con la alemana nunca que había consumado, lo que permitió a Enrique divorciarse de esta. Así que Lady Rochford había continuado al servicio de la nueva reina, con la que tenía parentesco político, siendo una de sus damas principales. El desconocido es un nuevo personaje que entra en juego, Thomas Culpeper (sí, otro Thomas, que además debía ser familia más o menos cercana de la reina). De este chico, que se había hecho con gran renombre en la corte en los últimos dos o tres años, se dice que era guapo a lo bestia y que tenía a las damas de la corte dando palmas con los bajos, y de hecho, había llamado la atención del propio rey, que lo había convertido en Caballero de la Cámara Privada, es decir, una de las personas más cercanas a Enrique, ya que se encargaba de vestirle y desvestirle, así como de dormir junto a la habitación de este.

               Catalina era joven y divertida. Culpeper guapo y pretencioso. La tragedia estaba servida. ¿Y qué tiene que ver en esto Lady Rochford, que la habíamos dejado atrás y hemos vuelto a ella? Pues que por algún motivo, decidió colaborar con los jovenzuelos y facilitar sus encuentros íntimos a espaldas del rey. Al parecer la cosa venía de antes, Catalina y Culpeper se habían conocido en el tiempo en el que el rey había estado casado con Ana, pero no iba a ser el único "fantasma del pasado" en aparecer en la vida de la joven y nueva reina. Catalina había pasado parte de su juventud en la casa de su abuela, Agnes Howard, la duquesa viuda de Norfolk, y allí, al parecer, había tenido algún encuentro subidito de tono con un caballerete llamado Francis Dereham, y al parecer también había tenido un algo con su profesor de música, un tal Henry Manox, que entendiendo que por aquellos años Catalina tenía once años, hoy en día tendría mucho que explicar.

               Dereham apareció de nuevo en la vida de Catalina después de que esta se casara con Enrique, y de alguna manera, terminó convirtiéndose en Secretario Privado de la reina. Si Catalina lo hizo bajo chantaje o porque de verdad le apetecía tenerle cerca no lo vamos a saber nunca, pero el caso es que fue un error y muy gordo. Dereham era un bocazas que se dedicó a pregonar a los cuatro vientos su amor por Catalina, su intención de casarse con ella cuando muriera el rey, y que él y Catalina habían estado prometidos años atrás. Dereham terminó calentando a Culpeper, y el enfrentamiento entre ambos se hizo prácticamente público en la corte. A todo esto, resulta que Dereham no era el único que planeaba sacar beneficios de la presencia de Catalina en la corte inglesa. Una de las jóvenes que había pasado su infancia en la casa de la Duquesa Viuda (que por lo que cuentan debía la versión medieval de La Posada un jueves de gala de Gran Hermano) era Mary Lasells, y su hermano, el predicador reformista John Lasells, le sugirió que acudiera a ella para conseguir un cargo como dama de compañía. Mary debió decirle a su hermano que ni muerta, que la corte de la reina era todo vicio y perversión, y John Laselles se fue a contárselo todo a Thomas Cranmer, el Arzobispo de Canterbury y aliado de Thomas Cromwell, enemigo por lo tanto de los Howard... Después de dar palmas con las orejas, Cranmer comenzó una investigación sobre lo ocurrido en la casa de la Duquesa Viuda, hubo varios detenidos, y en los interrogatorios, Dereham terminó contando que Catalina tenía más que palabras con cierta asiduidad con Culpeper y con la ayuda de Lady Rochford. Vamos, que Dereham cantó, y lo hizo con detalle, y los últimos detalles los terminó dando la propia Lady Rochford, por miedo a que la torturaran. Al parecer, al principio Enrique se negó a aceptarlo, pero después de que el Arzobispo Cranmer insistiera, se le permitió interrogar a la propia reina, que terminó hablando del contrato de matrimonio establecido con Dereham, y que fue suficiente para terminar de calentar a Enrique.

Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury y enemigo declarado de los Howard, con cara de buena persona y de no querer decapitar a nadie. En este caso, el autor no es Holbein, si no Gerlach Flicke.


               Catalina fue despojada de su título de reina y luego encerrada en la Abadía de Sión, en Middlesex, mientras en Londres se resolvían el resto de las cuestiones. Dereham y Culpeper fueron encerrados en la Torre de Londres, y finalmente fueron ejecutados en Tyburn el 10 de Diciembre, acusados de traición. Culpeper consiguió que le conmutaran la pena, y simplemente fue decapitado, pero Dereham no contó con el favor real, y sufrió la pena completa, descuartizamiento incluido. Thomas Howard, ni corto ni perezoso, escribió una carta al rey para disculparse por lo ocurrido, echándole la culpa de todo a su sobrina y a su madrastra, la ya nombrada Duquesa Viuda, que también fue detenida y llevada a la Torre. Lady Rochford se volvió loca, y aunque la ley inglesa no permitía el ajusticiamiento de los enajenados mentales, se aprobó una ley para que pudiera pasar por el patíbulo, así que tanto ella como la reina Catalina fueron decapitadas el 12 de Febrero de 1542. Para que nos hagamos una idea de la auténtica personalidad de Catalina, un detalle: se pasó su última noche de vida ensayando cómo debía poner su cabeza en el cadalso para que resultara bonito.

               De todos los participantes, la única que no fue decapitada fue Agnes Howard, que permaneció en la Torre hasta 1545, año en que finalmente moriría.

domingo, 17 de marzo de 2019

ENRIQUE VIII Y SUS REINAS (VIII)


Fanfarrias y clarines por Inglaterra, el reino al fin tenía un príncipe. El niño fue bautizado el 15 de Octubre en el propio palacio de Hampton Court, sus hermanas María e Isabel participaron en la ceremonia, pues la llegada del heredero clarificaba su situación en la corte. Con un príncipe, ellas ya no podían ser reinas, y por lo tanto, dejaban de ser una amenaza para su propio padre. Pero había una ausente en la ceremonia, y es que Juana Seymour aún no se había recuperado del parto. Al parecer la llegada del pequeño Eduardito al mundo no había sido un camino de rosas (ni rojas ni blancas), y todo indica que el parto duró unas sesenta horas. Juana moría el 24 de Octubre en Hampton Court, doce días después de haberle dado a Enrique el heredero que llevaba años pidiendo, y a día de hoy no sabemos exactamente el motivo: infección, retención de la placenta... a saber. El caso es que el rey se quedaba de nuevo viudo, pero por primera vez una de las reinas de Enrique recibía un funeral de estado, presidido por Lady María Tudor. Y años más tarde, pese a que tendría tres mujeres más, a la muerte de Enrique este sería enterrado junto a Juana Seymour.

               Enrique tenía ya un heredero, un niño. Pero era eso, sólo un bebé, y en aquellos años era fácil que los niños no vivieran. Especialmente si tenían enemigos, y Enrique ya empezaba a ver enemigos por todas partes. Los Pole, por ejemplo, que desde su punto de vista, habían conspirado para derrocarle, formando una conspiración con el Papa y el Emperador. Entre 1538 y 1539 todos y cada uno de los miembros de la familia Pole que habían sido atrapados en Inglaterra fueron ejecutados, incluyendo a la anciana Margaret Pole, hasta el punto de que el único superviviente fue, precisamente, aquel al que Enrique más odiaba, Reginald, escondido en el continente. La acusación era de traición, pero lo que Enrique estaba haciendo, ayudado por Cromwell, era eliminar contendientes para el trono. Con la muerte de Margaret Pole y sus herederos desaparecían los últimos Plantagenet que podrían haber aspirado al trono, los últimos descendientes de la dinastía de York. Total Party Killer.

El príncipe Eduardo el Mofletes, pintado por Hans Holbein el Joven. Probablemente, el rey más mono que haya tenido Inglaterra.


               Además de cuadrar la línea de sucesión, que ya continuaba con su hijo Eduardo, en esos años Enrique supo aprovechar las debilidades políticas del extranjero para reforzar su dominio de las islas británicas. Más o menos coincidiendo con todo esto que hemos contado, el Emperador Carlos V, el coco de Enrique, continuaba teniendo meriendas de bofetones con los Electores del Sacro Imperio a cuenta de la Reforma Protestante, y Enrique había llegado a un tiempo de entendimiento con Francisco de Francia, así que aprovechó para poner la Roomba y ordenar la casa, incorporando, por ejemplo, el País de Gales a la corona inglesa, uniendo ambas naciones en un solo país. Pero la paz duraría poco, ya que Carlos y Francisco volverían a establecer una nueva temporada de acercamiento, lo que provocó que Enrique tuviera una serie de ataques de paranoia, probablemente ayudado por las noticias que para él filtraba Cromwell. Enrique se sentía de nuevo aislado, y comenzó a prepararse para una eventual invasión de Inglaterra desde el continente. Así que el rey y Cromwell pusieron en marcha la maquinaria de las cancillerías reales para buscar una nueva reina para el rey. Enrique tenía ya cuarenta y nueve años, y su historial no era particularmente inmaculado. A los reyes de aquella época se les morían las reinas con cierta frecuencia, debido sobre todo a problemas en complicados partos, múltiples embarazos, y que la salud de la época, las sangrías y las pócimas a base de plomo y extracto de vinagre tampoco ayudaban mucho, así que no era extraño que el rey inglés hubiera tenido ya tres esposas... pero el divorcio de la primera y la condena de la segunda no le ponían como un soltero con garantía Meetic, a lo que hay que añadir su compleja situación política. Enfrentado a España, Francia, el Papado y el Imperio... ¿dónde podía encontrar Enrique una esposa que a la vez le granjeara una alianza?

               La sugerencia llegó de Cromwell, que sugirió que Enrique conociera a Ana de Cleves. Johann III de la Marck, duque de Cleves, Berg, Mark y Ravensberg, había muerto en 1538, con lo que los títulos familiares habían pasado a su hijo, Wilhelm, igual que la custodia de sus hermanas. Y se daba la casualidad de que Wilhelm de Cleves el Rico era un ferviente defensor de las doctrinas luteranas de las que Cromwell estaba tan cerca, y era por lo tanto, enemigo de Carlos V. A través de una boda con Ana de Cleves (o con su hermana Amalia), Enrique podía hacerse amiguete de los señores imperiales que se enfrentaban al Emperador, lo que abría nuevas posibilidades en el caso de que finalmente, como el rey sospechaba, en algún momento Carlos decidiera atacar Inglaterra. En lugar de conocerse por Badoo, Enrique envió a  su pintor de cámara, Hans Holbein, a Alemania para que consiguiera un retrato de las dos hermanas del Duque Wilhelm. Los retratos viajaron a Inglaterra, el rey eligió a Ana, y se empezaron a atar los lazos necesarios para el matrimonio. Cromwell lo había vuelto a hacer, le había dado al rey una reina, una alianza... y la posibilidad de nuevos hijos, nuevos herederos al trono ante la posibilidad de que Eduardo no sobreviviera a sus años de niñez. Ahora... al parecer, la versión de Cromwell de Ana era la de Instagram. Según él, Ana era una mujer educada, de gran cultura y sofisticación... y esto es... FALSO.  Ana de Cleves no había tenido ningún tipo de formación cultural y además sólo hablaba alemán. Así que cuando se dirigió hacia Inglaterra, después de que su matrimonio se pactara el 4 de Octubre de 1539, Ana se dirigía hacia un nido de víboras que esperaba a una reina que no era ella.

               Enrique y Ana (al menos podía aprovechar las iniciales de Ana Bolena que había en los palacios, ajuares, mantelerías y demás), se conocieron el 1 de Enero de 1540 en Rochester. El rey había salido a su encuentro acompañado por algunos de sus hombres y miembros de la corte, entre ellos los embajadores de Francia y España. La pintura de Holbein había hecho pensar a Enrique que se iba a encontrar casi con una diosa... y al parecer, cuando la vio de verdad se sintió como si le hubieran quitado un buen solomillo para ponerle delante un plato de espinacas hervidas. Los presentes cuentan que el rey se mostró educado en todo momento, pero estaba disgustado, y cuando Enrique se disgustaba, las cabezas solían salir rodando. Enrique necesitaba un responsable, o más bien, un culpable, y lo tenía cerca. Así que en vez de recibir felicitaciones y nuevos títulos, Thomas Cromwell se encontró con que había perdido toda la confianza del rey, que además le había encomendado una misión imposible: encontrar una forma legal de deshacerse de Ana sin romper los vínculos de amistad con Alemania. Ni de coña, vaya.

Ana de Cleves, según Hans Holbein el Joven. No sabemos si el cuadro le hacía justicia, porque cuando volvió a Inglaterra, Enrique se pilló un señor cabreo con Holbein diciendo que le habían engañado... 


               Aún así, Enrique y Ana contrajeron matrimonio el 6 de Enero, pero no pasó lo que tenía que pasar. De hecho, no pasó esa noche, ni la siguiente, ni la siguiente... Y es que según contaba Ana a sus damas, por las noches, cuando Enrique llegaba a su cama, la besaba para desearle buenas noches, le daba la mano y de decía "Buenas noches", y a la mañana siguiente, lo mismo pero cambiándolo por "adiós". El matrimonio no se consumaba, y los enemigos de Cromwell, que llevaban años callando, comenzaron a salir como champiñones, dirigidos por el Duque de Norfolk y el Arzobispo de Winchester, Stephen Gardiner. Y el día 10 de Junio, Cromwell fue arrestado y arrojado a las mazmorras de la Torre de Londres, como si fuera una deuda kármica a saldar con todos aquellos a los que había enviado allí desde los tiempos de Tomás Moro y John Fisher, y sus detractores no tardaron en acusarle de todo. Conspiración, fraude, herejía... Cromwell intentó defenderse, pero no había nadie a quien le interesara lo que pudiera decir. Un par de semanas después de la captura de Cromwell, Ana de Cleves recibió la visita de los agentes del rey, pidiéndole que abandonara la corte, y unos días después, el 6 de Julio, se le notificaba que el rey solicitaba el divorcio, poniendo como excusa un compromiso de matrimonio previo entre Ana y el Duque Francisco de Lorena, lo que se entendía que invalidaba su unión.

               Ana dijo que sí. Que se divorciaba. Que sin problemas, todo para ti. Además, los médicos afirmaron que Ana seguía siendo virgen (y también pusieron especial interés en que todo el mundo supiera que aquello no era culpa de Enrique, que él seguía siendo un machote y no necesitaba pastillitas azules ni nada), de modo que el matrimonio, además de ilegal, no se había consumado. Y el rey, que no debía estar acostumbrado a que le pusieran las cosas fáciles, otorgó a Ana cuantiosos bienes y la dio el título de "Querida Hermana del Rey", que es como al parecer se la trató de ahí en adelante en la corte, como si fuera una de las hermanas de Enrique. Curiosamente, Ana se quedaría el resto de su vida en Inglaterra, y viviría muchos años, todos ellos en paz y calma, aceptando eventuales invitaciones a la corte, pero sobre todo, ganando fama de ser una mujer tranquila y sencilla. Ana supo quitarse de en medio a tiempo, así que sólo rodó una cabeza. La de Cromwell, que fue ejecutado el 28 de Julio en la Torre, decapitado de forma tosca e ineficiente por un verdugo que requirió de varios golpes para separar del cuello la cabeza del Lord del Sello, o sea, un asco de muerte. Que además, de alguna forma, Enrique terminó rechazando, argumentando que los detractores de Cromwell habían tramado su muerte basándose en falsas acusaciones... Pero bueno, eso sería más adelante, porque según le estaban cortando la cabeza a Cromwell, Enrique estaba casándose con Catalina Howard en el palacio de Oatland...

               ¿Cómo? ¿Que se casaba otra vez? ¿Con quién? ¿Tan deprisa? ¿En serio?

               Pues sí, en serio. Hablaremos de los Howard y Catalina pronto...  


ENRIQUE VIII Y SUS REINAS (VII)


La Peregrinación de Gracia había supuesto el mayor conflicto interno en Inglaterra desde el final de la Guerra de las Dos Rosas, y había puesto sobre la mesa algo que al parecer Enrique no había querido pensar o sus consejeros, con Cromwell al frente, habían sabido esconderle muy bien, y es el hecho de que no toda Inglaterra estaba de acuerdo con sus reformas. Teniendo en cuenta, además, que Aske y los suyos nunca se habían alzado contra el rey, sino contra los hombres que le rodeaban. El caso es que si Enrique ya llevaba años alimentando la paranoia de que estaba rodeado de traidores, la Peregrinación de Gracia no hizo más que alimentar esa idea, como demuestran las acciones que tomaría en este tiempo contra la familia Pole.

La verdad es que no sabemos seguro si esta señora es Margaret Pole, pero normalmente se dice que el retrato es suyo, así que... así nos hacemos una idea de cómo era la mujer que provocó pesadillas en Enrique VIII. 


               Vamos a ver, que tenemos que viajar atrás en el tiempo algunos años, así como cincuenta, antes de la Batalla de Bosworth y de la llegada de los Tudor, a los tiempos anteriores, cuando la Rosa Blanca y la Rosa Roja se daban de ostias todavía. Eduardo IV de York era el rey de Inglaterra después de derrocar a Enrique VI de Lancaster y su esposa, Margarita de Anjou. Y Eduardo tenía dos hermanos: Jorge, duque de Clarence y Ricardo, duque de Gloucester, los famosos "Clarence y Glóster" de las obras de Shakespeare. El caso es que si bien Ricardo permaneció siempre fiel a su hermano, y de hecho terminó siendo rey de Inglaterra e incluso casado con la hija de este e Isabel Woodville, Isabel de York (sí, la madre de Enrique VIII), Jorge fue un personaje bastante más turbio, que cambió de bando en la guerra en varias ocasiones, apoyando a unos y a otros según su propio interés o incluso el de su suegro, el Duque de Warwick, el llamado "Hacedor de Reyes". El caso es que Jorge contrajo matrimonio con la hija del Hacedor de Reyes, Elizabeth Neville, y tuvieron varios hijos, de los cuales sobrevivieron dos: Margaret y Eduardo. Jorge acabó su vida malamente, dicen que metido en una cuba de vino (asesinado), y sus hijos quedaron bajo el cuidado de su tía, Anne Neville, primera esposa del que sería el rey Ricardo III. El caso es que Ricardo murió en Bosworth, Enrique VII se convirtió en rey de Inglaterra, y el joven Eduardo fue ejecutado en 1499, después de catorce años encerrado en la Torre de Londres para evitar que pudiera presentar algún tipo de reclamación al trono, reuniendo a su alrededor a los partidarios de la Casa de York que pudieran quedar en Inglaterra. Eso dejaba con vida solo a Margaret, que había contraído matrimonio con Richard Pole, sobrino de Margarita Beaufort, la madre de Enrique VII, y fue una de las damas de Catalina de Aragón y el Príncipe Arturo hasta que este falleció. Margaret enviudó en 1502, y para paliar su grave situación económica, dejó a su tercer hijo, Reginald Pole, en manos de la Iglesia, donde el muchacho emprendería una meteórica carrera. La situación de Margaret llegó a ser tan grave que pasaría un tiempo viviendo en una abadía de beneficencia, pero finalmente volvió a la corte de nuevo como dama de Catalina de Aragón cuando esta se casó con Enrique VIII. Margaret estuvo al lado de la reina, fue nombrada institutriz de la princesa María, e incluso durante el proceso de divorcio, cuando su casa fue desmantelada, trató de que la muchacha le fuera entregada y mantenerla bajo su propio techo, pero se le prohibió, y Margaret permaneció apartada de la corte durante todo el reinado de Ana Bolena, volviéndosela a aceptar cuando llegó la reina Juana.

               Pero esa aceptación no sería muy larga. Su hijo, Reginald Pole, había pasado su juventud estudiando en Francia e Italia, y se había convertido en un prometedor joven al que Enrique VIII había intentado atraer a su lado, ofreciéndole la diócesis de York a cambio de su apoyo en el asunto del divorcio con Catalina. Reginald se negó, volviendo a Europa, donde incluso se barajó la posibilidad de que abandonara la Iglesia y contrajera matrimonio con María Tudor, creando así una nueva dinastía que entrelazara de nuevo a los Plantagenet y a los Tudor. El plan no llegaría a llevarse a cabo, pero en 1536, con la Peregrinación de Gracia en ciernes, Cromwell y sus seguidores comenzaron a interrogar públicamente a Pole por su situación ante la reforma de la Iglesia en Inglaterra, y Pole respondió negando la autoridad de Enrique ante la Iglesia. Su propia madre reprendió por carta a Reginald, pero el daño ya estaba hecho, porque además, parece ser que el Papa Pablo III a través de Reginald Pole, estaba ayudando a la causa de la Peregrinación de Gracia, quizá como un plan para devolver a Enrique VIII al seno de la Iglesia... o de destronarle y poner a otra persona más asequible en el trono. Reginald se vio obligado a vivir escondiéndose bajo la protección de Francisco I de Francia y del Emperador Carlos V, sabiendo que el parlamento inglés había enviado hombres a asesinarle. ¿Y cómo se lo tomó todo Enrique allí en Inglaterra? Pues como se lo tomaba todo, malamente. Cromwell organizó la detención de los familiares de Reginald Pole: todos los Pole a los que se pudo echar el guante fueron capturados y arrojados a las celdas de la Torre de Londres, acusados de traición y de formar parte de una conspiración urdida por Reginald Pole. Estamos en 1538, y hay que dejar esta historia en pausa y volver a la vida privada de Enrique para poder entender un poco mejor qué pasó después.

Este es un retrato del cardenal Reginald Pole, obra del pintor alemán Willem van der Passe. Pole sería un auténtico grano en el culo de Enrique VIII durante mucho tiempo, y terminaría consiguiendo volver a Inglaterra... pero eso lo veremos más adelante...  


               Volvemos a 1536, antes de la Peregrinación de Gracia, a los días posteriores al matrimonio de Enrique VIII y Juana Seymour. Por supuesto, se esperaba de la reina que concibiera cuanto antes un heredero varón para asegurar la herencia Tudor, pero mientras, Enrique estaba moviendo piezas legales para mientras tanto tener ya a ese heredero que tanto había buscado: Henry Fitzroy, el hijo bastardo que había tenido con Bess Blount. Pero mientras el parlamento tramitaba la ley que le convertiría en heredero de la corona inglesa, el muchacho, que tenía por entonces diecisiete años, comenzaba a dar muestras de enfermedad, probablemente tuberculosis. Y en aquellos años, esta enfermedad tenía mala solución, así que Henry Fitzroy moriría el 18 de Junio de 1536. Pero apenas medio año más tarde, en Enero de 1537, con la Peregrinación de Gracia en pleno auge, Juana Seymour se quedaba embarazada y de nuevo la posibilidad de un varón legítimo animaba a Enrique, que en esos momentos se encontraba liado con la revuelta en el norte. Por cierto, parece ser que Juana pidió piedad para los rebeldes cuando estos fueron derrotados por Norfolk, y que el rey la dijo que muy bien, pero que en aquella corte, las mujeres con opinión terminaban pasando por el patíbulo, así que hasta donde sabemos, este fue el único intento de Juana por intentar participar en política. El 12 de Octubre de 1538 nacía en Hampton Court un niño al que llamaron Eduardo.

               El heredero había llegado.


domingo, 10 de marzo de 2019

ENRIQUE VIII Y SUS REINAS (VI)


Habíamos hablado anteriormente de lo diferentes que eran las personalidades de Ana Bolena y de Juana Seymour. Ana había llenado la corte inglesa de excentricidades y lujos "franceses", lo que viene siendo de despilfarro y cachondeo, y Juana resultó ser una reina mucho más sencilla, con escasas preocupaciones más allá de sus labores, que no demostró tener interés ninguno en humanismo, religión, ni nada por el estilo, lejos del catolicismo beligerante de Catalina de Aragón o del interés reformista de Ana Bolena. Una de las acciones que sí que llevó a cabo fue el acercar de nuevo a María Tudor con su padre, después del periodo de conflicto entre ambos que había supuesto el período de Ana como reina.

               El gran triunfador de la caída de Ana Bolena fue seguro Thomas Cromwell, y es que había conseguido lo que no había podido hacer por ejemplo Wolsey en su momento. Había quitado de en medio a Ana Bolena, y el premio fue convertirse en Lord del Sello Privado, cargo que antes había ocupado Thomas Bolena, y que no mucho más tarde recibiría un importante título, el de Barón Cromwell de Wimbledon. Con Enrique dedicado a la procreación, Cromwell y su compinche Cranmer, que necesitaba quitarse de encima su cercanía con los Bolena, continuaron con sus reformas, promoviendo un nuevo edicto, los llamados Diez Artículos, que continuaban vertebrando la nueva iglesia inglesa, asentando la posición de Enrique como su cabeza.

Fred Kirk Shaw  representó así la Peregrinación de Gracia. Parece la Primera Comunión de los niños que están en primer término, pero cayeron ostias (de las que no tienen "h") con entusiasmo e inquina. 

               Y a los católicos se les hincharon las pelotas ya con tanta reforma. Resulta que, si en Londres y las zonas urbanas se habían asumido estas reformas con cierta fluidez, las zonas rurales tenían otro ritmo, especialmente en el norte de Inglaterra, en zonas como Yorkshire, Cumberland, Northumberland y Lancashire, donde permanecían más apegados a sus tradiciones religiosas, a sus monasterios y a sus cosas. Y parece ser que tampoco les caía especialmente bien Thomas Cromwell. Ni los reformistas. Bueno, ni nada de lo que hacía Enrique VIII en materia religiosa, vaya. Y las hambrunas, subidas de precios y demás que coincidieron también en ese momento, no ayudaron a que se viviera en un tono de paz y calma. El alzamiento sería espontaneo y se extendería desde York al resto del norte, pero no tardaría en encontrar un líder, un abogado llamado Robert Aske , que a partir de Octubre de 1536 comenzaría a ser conocido como "capitán en jefe" de la revolución, que pasaría a la historia con el nombre de "La Peregrinación de Gracia".

               El movimiento comenzó en el Lincolnshire, el día 1 de Octubre de 1536, en una iglesia de Louth, donde hubo un movimiento espontáneo de la población contra las reformas religiosas realizadas por Enrique VIII, provocado por la aparición de dos comisionados del rey enviados para examinar el tesoro de la iglesia de St.James. Temerosos de que los comisionados pudieran querer llevarse los tesoros de la iglesia, varios habitantes de la población se alzaron en rebelión, y de pronto, cincuenta mil personas se encontraban reunidas para enfrentarse a los comisionados reales. Los rebeldes del Lincolnshire reclamaban la restitución de las organizaciones católicas (monasterios, abadías, etc...), la derrogación de los Diez Artículos, nuevas medidas económicas y la retirada de los reformistas de los cargos de responsabilidad que ocupaban en la corte. Desde Louth avanzaron hasta Lincoln, donde ocuparon la catedral de la ciudad, pero no duraría mucho, pues el 4 de Octubre Enrique VIII ordenó al Duque de Suffolk acabar con los levantiscos. La mayoría de los rebeldes se retiraron, pero Suffolk llegó a tiempo de atrapar a algunos de los cabecillas, que fueron enviados a Londres y ahorcados en el patíbulo de Tyburn, en Londres, y de hecho, algunos sufrieron la pena de traición, es decir, fueron colgados, ahogados y descuartizados.

Este es Charles Brandon, Duque de Suffolk y amigote de Enrique VIII, todo un cuñado. Y no porque supiera de todo, si no porque estuvo casado con su hermana. Con la de Enrique, no con la suya, era inglés, no un faraón. Bueno, ya me entendéis todos. 

               Pero como habíamos avisado por ahí arriba, el Alzamiento del Lincolnshire fue solo el prólogo de un movimiento que sería mucho más peligrosa, la ya mencionada Peregrinación de Gracia. Quizá inspirados por el Alzamiento, numerosos norteños se alinearon contra los edictos reformistas de Enrique VIII alrededor de su Capitán en Jefe, Robert Aske. Y así, un mogollón de campesinos, ganaderos, granjeros, zapateros, tejedores y demás, consiguieron tomar ni más ni menos que York, la ciudad más importante del norte de Inglaterra y una de las que tenían más peso político y religioso desde la época de los Plantagenet, y que de hecho, había dado nombre a una de las facciones de la Guerra de las Dos Rosas. Aske devolvió los monasterios a sus ocupantes, expulsó a los procuradores reales  y restableció la observancia católica. De nuevo, Enrique VIII recurrió a sus hombres de confianza, y el Duque de Norfolk y el Duque de Shrewsbury fueron enviados a negociar con los rebeldes, reuniéndose cerca de Doncaster, donde Aske había reunido a más de treinta mil personas. Quizá Norfolk y Shrewsbury habían pensado en acabar con la rebelión a base de ostias correctivas, pero entre los dos sólo reunían doce mil hombres, así que estaban superados en más de tres a uno por los rebeldes de Aske, así que Norfolk no tuvo más remedio que bajarse los pantalones y prometer un perdón general a Aske y los suyos, además de la posibilidad de que el rey recibiera personalmente al Capitán en Jefe, así como la devolución a York de derechos políticos de los que había disfrutado en tiempos anteriores. Aske, que dentro de lo suyo debía ser un buen tío, aceptó las promesas de Norfolk y disolvió la reunión.

Hans Holbein el Joven retrató así de sencillo a Thomas Howard, el Duque de Norfolk, que pasó vergüencita chunga cuando tuvo que capitular en el norte frente a la Peregrinación de Gracia. Ya sabemos lo que hacía Enrique con la gente que se le atravesaba... 


               Enrique acabó recibiendo a Aske en Londres, y tal y como había hecho Norfolk, parece ser que le vendió a Aske la moto de que sí, de que iba a haber cambios y que se iban a atender sus peticiones, además de prometerle también que podría volver a York sin problemas. Pero mientras Aske regresaba, en Febrero de 1537, una nueva rebelión estalló en el norte. Algunos de los norteños que se habían puesto al frente de la Peregrinación de Gracia no se habían creído las promesas de Norfolk, así que tomaron de nuevo las armas para alzarse contra el rey. Sir Francis Bigod, Sir Thomas Darcy, Sir John Hussey, Sir Thomas Percy y Sir John Constable lideraron a los hombres de Cumberland y Westmorland en este nuevo alzamiento, pero esta vez Norfolk fue más rápido, y de inmediato reprimió el alzamiento y atrapó a sus cabecillas mientras Robert Aske era arrojado a la Torre de Londres. Los juicios comenzaron de inmediato, y a lo largo de los siguientes meses, 216 personas fueron ejecutadas por haber participado en la Peregrinación de Gracia: nobles, religiosos, mujeres, comunes... Norfolk, al que se le había encargado la pacificación del Norte, no anduvo con tonterías a la hora de ahorcar, decapitar, despedazar o ahogar rebeldes, quizá porque el primer alzamiento había salido de rositas bajo su responsabilidad e incluso habían circulado rumores de que él mismo era un simpatizante de la gente de Aske. Sea como sea, todos los líderes de la Peregrinación fueron ejecutados, y Norfolk impuso la ley marcial en el norte.

miércoles, 6 de marzo de 2019

ENRIQUE VIII Y SUS REINAS (V)


Mientras la estrella de Ana Bolena ascendía en Inglaterra y en el mundo protestante, la de Catalina de Aragón y los partidarios de España se veía cada vez más acorralada en una corte donde cualquier sospecha de "papismo" te convertía en candidato a la ejecución. María Tudor había perdido todos sus derechos al trono en favor de su hermana menor Isabel, la habían quitado su casa, a sus criados y se la había incorporado al servicio de la nueva princesa. Pero María había heredado el temperamento de sus padres, y se negó a conocer a Isabel, y mucho menos a su madrastra, lo que fue motivo de un fuerte distanciamiento entre Enrique y su hija mayor, que además sufría ya en esta época de largas temporadas de malestar y fuertes dolores de cabeza. Pero aunque ya existía una heredera, la preocupación de Enrique continuaba siendo la ausencia de un heredero varón... y según pasaban el tiempo y varios abortos, ya no estaba tan claro que Ana fuera a poder tener al hijo que le exigían.

               ¿Fue eso lo que hizo que Enrique comenzara a cansarse de ella? ¿O fue la aparición de Juana Seymour? Si fue esto último, no pudo ser algo repentino, ya que Lady Juana Seymour, que de una enrevesada manera era prima lejana tanto de Enrique como de Ana, había servido tanto a Catalina como a Ana. En las pinturas que nos han llegado sobre ella podemos ver a una mujer de rasgos marcados, ojos separados, boca pequeña y rostro ovalado, y de ella se dice que era una mujer tranquila, serena, distante de todos los desafíos intelectuales y religiosos que habían envuelto las vidas de Catalina y de Ana. El caso es que el rey comenzó a interesarse en Juana Seymour de forma pública, como ya lo había hecho antes en la propia Ana, algo que quizá más de uno calificara de justicia poética o karma, sin que se nos vaya de la cabeza que uno de los principales rasgos de Enrique VIII es precisamente que se pasó su vida salido y restregándose hasta con las esquinas. Y paranoico. Muy paranoico, como veremos enseguida.

Un retrato de Juana Seymour obra de Hans Holbein. A Ana se la debían llevar los demonios al ver a Enrique cada vez más colgado de ella... vaya, lo que ella había hecho con ella cuando estaba casado con Catalina. Tenían que haberle llamado Enrique el Empotrador. 


               Pero mientras Enrique se pensaba si retozaba o no retozaba con Juana Seymour, Catalina comenzó a enfermar en su exilio en Kimbolton. Manteniendo aún ser la reina legítima de Inglaterra, ni Enrique ni Ana hicieron nada por facilitarle la vida, y de hecho, según nos ha llegado, sus últimos años fueron bastante duros, alejada de todo y de todos los que podrían haberla ayudado, apoyado o siquiera consolado. De hecho, una de las que habían sido sus damas principales, María de Salinas, que había llegado de España con ella, solicitó permiso para verla, pero se le denegó, y terminó colándose en el castillo en los primeros días de Enero de 1536. Y es que parece ser que María de Salinas (conocida entonces como Lady María Willoughby) tenía también el temperamento castellano-aragonés que habían mostrado la antigua reina y su madre. María se había integrado en la corte inglesa, contrayendo matrimonio con uno de los hombres de la corte británica, y llegando a ser madrina de Mary Brandon, la hija del Duque de Suffolk, Charles Brandon, y su segunda esposa, Anne Browne, después de la muerte de su primera esposa, la hermana del rey, María de Francia. Además, María de Salinas había tenido una hija, Catherine, que se convirtió en pupila del Duque. Para el momento en el que nos encontramos, María de Salinas era ya viuda y llevaba años luchando con uno de los hermanos de su marido por la herencia de este. Así que ni corta ni perezosa, María entró en Kimbolton y pudo asistir a Catalina en lo que resultaron ser sus últimos días, pues la antigua reina moriría el 7 de Enero de 1536, en los brazos de su antigua dama de compañía.

Carlos V, el Emperador, retratado por Tiziano. Para Enrique VIII era como el Anticristo, y se pasó media vida pensando que iba a aparecer por Inglaterra como Atila. La otra media, se la pasó pensando que era su Best Friend. Nada bipolar. 


               Evidentemente, muchos ojos se volvieron acusadores hacia Enrique y Ana, y debieron ser unos momentos tensos en toda Europa. Catalina nunca había renunciado a su legitimidad como esposa de Enrique VIII y como reina de Inglaterra, era una católica declarada y una figura alrededor de la que los detractores del rey y su Acta de Supremacía podían reunirse. Inglaterra perdía a una de sus reinas más queridas, pero Enrique y Ana ganaban en paz de espíritu... y hay quien dice incluso que Ana lo celebró, aunque esto es sumamente improbable y seguramente sea parte de la leyenda negra que se generó alrededor de esta reina, ya que en esos momentos Ana Bolena se encontraba recuperándose de un aborto que había coincidido con la muerte de la reina. ¿Casualidad? Muchos no lo creyeron así, y algunos empezaron a recordar cómo Ana parecía haber seducido al rey Enrique de una forma casi mágica. Y en el siglo XVI si hablas de "casi magia", estás entrando en un terreno farragoso e incómodo. ¡Brujería! ¡Brujería!

               El encargado de preparar los últimos días de Ana Bolena como reina de Inglaterra sería precisamente Thomas Cromwell. Sí, el mismo Cromwell al que ella había favorecido, y que ya había sobrevivido a la caída de Thomas Wolsey. Y todo se hizo en secreto y con el apoyo del mismo rey, que se la jugó pero bien a su mujer, recién recuperada del aborto. Y es que desde finales de Abril de 1536 y sin que Ana lo supiera, Cromwell había puesto en marcha toda la maquinaria del estado en contra de ella y de su familia, que no conviene olvidar que tanto el padre como el hermano de Ana habían obtenido numerosas ganancias en el tiempo en el que ella había sido primero la amante y luego la esposa del rey.

               ¿Qué papel tuvo quién en los últimos días de Ana Bolena? A día de hoy es complicado saberlo, claro, aunque podemos hacernos una idea. La acusación que Cromwell se disponía a formular era la de brujería, se diría que Ana había seducido al rey a base de artes oscuras a lo Saruman, pero además, se trataba de demostrar que había sido infiel al rey, y que por lo tanto, había cometido un delito de alta traición, lo que apartaría a la reina del trono y dejaría libre el pasillo que llevaba de Enrique a Juana Seymour. Cromwell detuvo a un músico de la corte de Ana, Mark Smeaton, y lo llevaron al interior de la Torre de Londres, donde se lo acusó de ser amante de la reina. Parece ser que al principio Smeaton lo negó todo, pero después de pasar por las manos de los torturadores, no solo admitió haber sido el amante de Ana (y probablemente hubiera admitido también ser el toro que mató a Manolete y el que planeó la muerte de Kennedy), sino que, muy en el orden de los interrogatorios por brujería, dio otros nombres. Henry Norris, Francis Weston, William Brereton. Los tres pasaron por las cámaras de la Torre, aunque el primero les salió rana, y es que Henry Norris era noble, y por lo tanto no podían torturarle, que siempre ha habido clases y él llegaba por lista VIP. Norris se negó a aceptar que era uno de los amantes de Ana, y defendió la inocencia de la reina, pero Cromwell tenía suficiente con los testimonios obtenidos después de torturar a Smeaton, Weston y Brereton. Además, el azar, el destino o una cuidadosa planificación habían puesto también en la Torre de Londres a un poeta y caballero que había pretendido públicamente a Ana más de una década atrás, hacia el 1522, Thomas Wyatt, que había llegado a la Torre por una pelea con el Duque de Suffolk y que se vio implicado también en la investigación, ya que además si se demostraba que existía un compromiso previo de matrimonio entre Wyatt y Ana, el matrimonio con el rey quedaría anulado.

               El golpe de efecto definitivo llegaría cuando Cromwell conseguiría el testimonio de la cuñada de Ana, Lady Jane Bolena (o Lady Rochford debido a su matrimonio con Jorge Bolena, Vizconde de Rochford), que pondría sobre la mesa la traición definitiva de Ana al rey, a la Iglesia y a la propia cristiandad. Y es que Jane Bolena acusaría a Ana de ser infiel a Enrique con su hermano Jorge. O sea, incesto a lo Jaime y Cersei pero sin niño volando desde la ventana que sepamos.

Un retrato de Jane Bolena, Lady Rochford. Así dicho suena como a malvada de telenovela. Quizá lo fue. 


               Y así, el 2 de Mayo de 1536, mientras almorzaba, Ana Bolena fue detenida en sus aposentos por los hombres del rey y conducida a la Torre de Londres, donde estaban sus supuestos amantes y su hermano. Y al mismo tiempo, se dio unas nuevas habitaciones a Juana Seymour y se nombró caballero a su hermano. Sabemos que Ana sufrió una crisis de ansiedad cuando se la llevaron a la Torre, y que en todo momento se negó a admitir ninguna de las acusaciones que se le dirigían. Pero realmente, ya daba igual. El testimonio obtenido de sus supuestos amantes bajo tortura y la confirmación de Lady Rochford sobre la relación entre Ana Bolena y su hermano, ya habían cerrado el futuro de Ana Bolena.

               ¿En qué estaba pensando Jane Bolena cuando acusó a su esposo y a la reina de incesto?  A día de hoy casi todo el mundo está de acuerdo en que a la Bolena se la liaron y le tendieron una trampa, y que probablemente todas las acusaciones que le dirigieron eran falsas. Pero si Jane Bolena intervino movida por algún siniestro de venganza, envidia u odio;  o si simplemente se vio arrastrada por una política de miedo instaurada esos días por Cromwell y los suyos en la corte inglesa, quizá no lo sepamos nunca, salvo que aparezcan documentos reveladores al respecto (molaría un diario de Lady Rochford diciendo "Sí, acusé a Ana por..."). El caso es que de una forma o de otra, la que había sido Jane Parker se había asegurado su permanencia en la corte, donde entraría al servicio de la nueva reina. Pero para poder poner en el trono de Inglaterra a una nueva reina, antes había que retirar a la antigua. Mark Smeaton, con el que había empezado todo,  fue ejecutado el 17 de Mayo, siendo decapitado y descuartizado en público, una ejecución que normalmente no se aplicaba a los nobles, pero a la que Smeaton fue condenado al considerarse su delito como traición. Al cadalso le siguió Henry Norris, que se negó a aceptar culpa alguna en aquella situación, defendiendo su inocencia y la de la reina, aunque no le sirvió de mucho, al final le decapitaron igual, en este caso sin más casquería de por medio. Weston y Brereton también fueron ejecutados. Y tras un largo discurso, fue ejecutado también Jorge Bolena.

               Ese mismo día el condestable de la Torre de Londres informó a Ana Bolena de que el rey había conmutado su condena de brujería, y en un acto de generosidad, en lugar de quemarla en la hoguera, sólo la decapitarían. De hecho, como se daba el hecho inaudito de que se iba a ejecutar a una reina (era la primera vez que esto ocurría en la historia de Inglaterra... pero no sería la última), para que no ocurriera bajo el hacha del verdugo común, se había llamado a un experto verdugo francés, con un máster en decapitación por espada. Y así, el 19 de Mayo por la mañana, Ana Bolena fue ejecutada en la Torre de Londres después de un breve discurso que se conserva entero y cuyas últimas palabras han pasado a la historia de las despedidas, "Señor, ten piedad de mí, a Dios encomiendo mi alma". Su padre, Thomas Bolena, que también cayó en desgracia, se apartó de todo y se limitó a pasar sus últimos días litigando por su título como Conde de Ormond. No viviría mucho más, ya que en 1539 moriría, saliendo definitivamente de la historia.

               Y el 30 de Mayo, once días después de la ejecución de la reina Ana, el Arzobispo de Winchester, Stephen Gardiner (ojo, que Thomas Cranmer, Arzobispo de Canterbury por su proximidad a Ana Bolena debía andar con los huevos encogiditos en estos días, que se había limpiado a golpe de hacha la corte de partidarios de los Bolena), unía en matrimonio a Enrique VIII y Juana Seymour en el palacio de Whitehall. Y Juana llegaba a ser reina de Inglaterra con dos precedentes peligrosos: Enrique había encerrado a su primera esposa y había ejecutado a la segunda. Con sus dos hijas desheredadas, ya que ahora Isabel pasaba a ser considerada bastarda, necesitaba un heredero y lo necesitaba ya, probablemente de ahí las prisas en que el matrimonio se llevara a cabo. Enrique no sólo quería lote cachalote con Juana Seymour. Quería un niño, que además, debería ser un varón. Así, sin presión para el útero de Juana. De hecho, esta vez, Enrique lo gestionó todo de tal manera que, aunque fue proclamada reina el 4 de Junio, una epidemia de peste en Londres hizo que no fuera coronada como tal, y cuando la epidemia desapareció, Enrique prefirió que Juana no fuera coronada hasta que le diera al rey un heredero varón.  Así que... ánimo Juana...

domingo, 3 de marzo de 2019

ENRIQUE VIII Y SUS REINAS (IV)


¿Y qué tenía Ana Bolena para volver loco a Enrique VIII hasta el punto de ponerlo todo en la mesa de apuestas? La verdad es que nunca lo sabremos. Viendo los retratos que se conservan de ella vemos a una mujer delgada, de ojos grandes y boca pequeña, de cabello castaño, sobre la que podemos opinar poco con los cambios en los cánones de la belleza que ha tenido la historia. Sí que nos han dicho que su piel era más oscura de lo habitual, y que si bien no se la consideraba realmente hermosa, si que se hablaba de que era encantadora, de un modo casi mágico, lo que por cierto, más tarde le costaría caro. Sea como sea, el caso es que Enrique VIII prácticamente enloqueció por estar con ella, pero hay otro punto que valorar antes de que llegara la ruptura entre Inglaterra y Roma, y es que en toda Europa se estaba viviendo el nacimiento del concepto de estado moderno tal y como lo entendemos hoy. En España, los Reyes Católicos habían decidido fundamentar precisamente ese proceso en la Iglesia, por ejemplo, integrando o expulsando a las minorías que pudieran existir (musulmanes y judíos en principio). Alemania y Francia tendrían sus procesos de una forma o de otra, y la cuestión siempre pasaba por la "nacionalización" de las iglesias estatales, y Enrique VIII cabalgó esa ola hasta sus últimas consecuencias. Recordemos además que la abuela de Enrique, aquella famosa Margarita Regina, había sido una firme defensora del carácter sagrado de la monarquía Tudor, Enrique VII había sido rey Por la Gracia de Dios, y esta señora había tenido un gran peso en la educación de Enrique VIII. Si su capacidad divina venía de Dios mismo, ¿por qué iba a tener que plegarse a los deseos de Roma?


               En fin, que tenemos a Enrique VIII bebiendo los vientos por Ana, enfrentado a la Iglesia, pensándose en si le cortaba la cabeza a su principal consejero y temiendo que en cualquier momento el tiro le pudiera salir por la culata y el Emperador Carlos apareciera al frente de un ejército en Dover y le diera una serie de correctivas ostias en nombre de su tía. Mientras, Enrique componía canciones para Ana Bolena (nos han llegado algunas, como Greensleeves o Past Time in Good Company, podéis echarles un ojo en Youtube), y como hemos visto, trataba de situar a los partidarios de Ana Bolena en las posiciones de mayor influencia de Inglaterra. Ya hemos visto a Thomas Cranmer convertirse en Arzobispo de Canterbury, pero en esos mismos años llegó un nuevo Thomas (y van unos pocos) al entorno del rey, y parece que también lo hizo de la mano de Ana Bolena. Se llamaba Thomas Cromwell, había nacido en Londres y había pasado por diferentes trabajos hasta llegar a encontrarse bajo la protección de Wolsey. Pero Cromwell estuvo hábil a la hora de ver que se acercaba la hora de la caída del cardenal, y parece que se encontró cómodo en el entorno propenso a las reformas religiosas como era el que comenzaba a crecer en torno al rey, Ana Bolena, Cranmer, etc. Cromwell fue uno de los principales valedores y consejeros de Enrique VIII en este momento histórico, y fue gestando los textos jurídicos en los que la independencia de Inglaterra se fue formando hasta que, en 1534 se promulgó finalmente el Acta de Supremacía.

Evidentemente, esto es un robado a Thomas Cromwell por parte de Hans Holbein, pintor de cámara de la corte de Enrique VIII. Aquí Cromwell estaba a sus cosas, pensando en temas de ingleses, cuando Holbein le pilló a traición.

               Cuidado, no debemos pensar que con este Acta de Supremacía Enrique se estaba uniendo a los protestantes, ni mucho menos. De hecho, entre los Luteranos y Calvinistas las reformas de Enrique VIII no tuvieron prácticamente peso, y es que lo que Enrique hizo fue erigirse como nueva cabeza de la Iglesia, en sustitución del Papa, pero mantuvo todo lo demás. Dogma, estructuras, ceremonial, cargos... Sólo que en lugar de rendir cuentas a Roma, los clérigos ingleses comenzaban a partir de ese momento a rendirlas al rey de Inglaterra. Podríamos pensar que fue un simple cambio de sombrero, sustituir un jefe por otro, pero estamos hablando del Siglo XVI, y pese al modelo humanista que se estaba extendiendo, debemos seguir entendiendo que se trataba de una cultura muy religiosa, en la que conceptos como la condenación al infierno estaban en el día a día. La ruptura de Enrique VIII con Roma podía suponer que todos sus súbditos se vieran arrojados a las llamas del infierno, sin comerlo ni beberlo, y sin haber tenido nada que opinar en ello, así que no fue un cambio que se aceptara sin problemas, y traería numerosos problemas a Enrique VIII durante toda su vida.

               Por cierto, en este tiempo Catalina se mantuvo fiel al catolicismo romano, al igual que su hija, María.


               Así que con todo esto, la corte inglesa quedaba reconstituida. Tenemos a Enrique borrando las "K" y sustituyéndolas por "A" en todos los edificios importantes, a la pareja real residiendo en la que había sido la casa de Wolsey, a un reformista al frente de la iglesia de Inglaterra, a Cromwell asumiendo cada vez más parte del poder que había ostentado su difunto protector... y a una nueva princesa como heredera al trono. Y es que aunque el Acta de Supremacía se había promulgado en 1534, Enrique y Ana se habían casado el 25 de Enero de 1533, quizá queriendo dar a la Iglesia de Roma una última oportunidad de reconocer su matrimonio al ponerlo sobre la mesa como un hecho consumado, aunque como hemos visto, eso no ocurrió, y el 7 de Septiembre de ese mismo año, había nacido su primera hija, lo que nos revela que, o bien fue un poco prematura, o bien la resistencia de Ana ante Enrique había desaparecido antes ya de la boda. Su nombre fue Isabel, nombre que compartían la madre de Enrique (Isabel de York) y la madre de Ana (Elizabeth Howard), y con el divorcio de Enrique y Catalina, había pasado por delante de su hermana mayor María, que se había visto despojada del título de princesa.

Una joven Isabel Tudor, obra de Willian Scrouts. Aquí todavía no se le había ido la cabeza y se había disfrazado de drag queen del siglo XVI.


               Por cierto, hablando de hermanos y hermanas. ¿Recordáis al hijo de Enrique VIII y Bess Blount, aquel pequeño Henry Fitzroy, duque de Richmond? Por estos tiempos era ya un jovencito, y parece que la propia Ana Bolena se encargó de buscarle una esposa acorde a su rango. La elegida fue Mary Howard, hija del Duque de Norfolk, y por lo tanto, prima de Ana Bolena.

               Así que el amor se extendía por la corte inglesa, Enrique y Ana se miraban, se besaban, se miraban otra vez, rebosaban amor hasta causar diabetes, todo en Inglaterra era felicidad...

               Pues no, realmente no. Como he dicho antes, una cosa era que un rey tuviera una amante, que eso lo entendía todo el mundo. Una amante, un amante o dieciocho, lo que quisiera. Pero jugarse las almas de todos sus súbditos por un polvo... eso ya era otra cosa. Una parte de Inglaterra se resistía al cambio, y vamos a ver el ejemplo en dos personas, John Fisher o Tomás Moro. De este último ya hemos hablado antes, era un importante humanista británico al que Enrique había nombrado Lord Canciller de Inglaterra tras destituir a Wolsey, y se le considera uno de los mayores intelectuales de la historia británica. Además, fue uno de los grandes enemigos ingleses de la Reforma Protestante, aunque aquí los historiadores se dan de ostias. Los hay que dicen que Tomás Moro fue un asesino de herejes y que iluminó Londres a base de encender hogueras con protestantes (lo que no queda muy humanista, la verdad), y los hay que dicen que de eso nada, que las quemas no comenzaron hasta la llegada de John Stokesley al obispado de Londres, y eso fue en 1531, cuando Moro ya empezaba a estar de capa caída. Sea como sea, el caso es que Tomás Moro era un católico convencido y amigo personal de la reina Catalina. El divorcio lo debió llevar de aquella manera, pero en 1534 se negó a firmar el Acta de Supremacía.


               Algo parecido pasaba con John Fisher, que había sido capellán de la propia Margarita Beaufort y que había dirigido la cátedra de teología en Cambridge, a donde había conseguido llevar a dar clases al mismo Erasmo de Rotterdam (que era como que Elon Musk fiche para tu startup). Como capellán de Catalina de Aragón, había sido un enérgico enemigo de la Reforma, y fue un duro opositor para el proceso de divorcio entre Enrique y Catalina, siempre del lado de esta última. Y al igual que Tomás Moro, se negó a firmar el Acta de Supremacía. Enrique se encabronó con los dos, y mandó a Moro y a Fisher presos a la Torre de Londres, a meditar sobre lo que habían hecho, pero ni uno ni otro cedió. Pablo III, Papa por aquellos entonces, nombró cardenal a John Fisher, pensando que ni siquiera Enrique VIII se atrevería a tener encerrado a un príncipe de la Iglesia Católica, pero patinó. Enrique se encabronó más, acusó a Fisher de traición y de conspiración, y menos de un mes después del nombramiento, el 22 de Junio de 1535, Fisher era ejecutado en la Torre de Londres. Dos semanas después, el 6 de Julio, se le unió Tomás Moro, también decapitado.

Tomás Moro y John Fisher, aún con sus cabezas puestas. 


               Por cierto, sobre esto una curiosidad. En 1989, John Fisher fue incluido en el santoral de la Iglesia Anglicana, lo que viene a ser una especie de reconocimiento de que Enrique VIII patinó ordenando su muerte, pero la Iglesia Anglicana viene de Enrique VIII y el Acta de Supremacía... Cosas que pasan.

               Volvamos a los reformistas. Enrique, Ana, Cranmer, Cromwell... En cuanto la reforma estuvo lanzada en Inglaterra (este reforma es con minúsculas, no confundir con la Reforma), decidieron fijar un objetivo a desplumar: los monasterios. Así que Cromwell comenzó a lanzar leyes, una detrás de otra, todas con el objetivo de secularizar y desamortizar las posesiones de los monasterios de Inglaterra, que dejaban de depender de Roma y pasaban directamente a los bolsillos del rey. De nuevo esto no hizo mucha gracia en el pueblo llano inglés, en muchos casos los campesinos trabajaban tierras que dependían de monasterios, o algo tan sencillo como que se sentían espiritualmente más cerca de los monjes que de los lejanos hombres que ordenaban desde Londres y que quizá habían condenado sus almas. Y muchos ojos se dirigían hacia la nueva reina, hacia Ana Bolena.

               Ana de los Mil Días, como se tituló una de las películas que contaron su vida. La cuenta atrás estaba en marcha.

EL NACIMIENTO DE ROMA (III)

Y es que... en todo este tiempo, ¿qué ha pasado con los Etruscos? ¿Es que nadie piensa en los Etruscos?                Los etruscos ll...