Habíamos hablado anteriormente de
lo diferentes que eran las personalidades de Ana Bolena y de Juana Seymour. Ana
había llenado la corte inglesa de excentricidades y lujos
"franceses", lo que viene siendo de despilfarro y cachondeo, y Juana
resultó ser una reina mucho más sencilla, con escasas preocupaciones más allá
de sus labores, que no demostró tener interés ninguno en humanismo, religión,
ni nada por el estilo, lejos del catolicismo beligerante de Catalina de Aragón
o del interés reformista de Ana Bolena. Una de las acciones que sí que llevó a
cabo fue el acercar de nuevo a María Tudor con su padre, después del periodo de
conflicto entre ambos que había supuesto el período de Ana como reina.
El
gran triunfador de la caída de Ana Bolena fue seguro Thomas Cromwell, y es que
había conseguido lo que no había podido hacer por ejemplo Wolsey en su momento.
Había quitado de en medio a Ana Bolena, y el premio fue convertirse en Lord del
Sello Privado, cargo que antes había ocupado Thomas Bolena, y que no mucho más
tarde recibiría un importante título, el de Barón Cromwell de Wimbledon. Con
Enrique dedicado a la procreación, Cromwell y su compinche Cranmer, que
necesitaba quitarse de encima su cercanía con los Bolena, continuaron con sus
reformas, promoviendo un nuevo edicto, los llamados Diez Artículos, que continuaban vertebrando la nueva iglesia
inglesa, asentando la posición de Enrique como su cabeza.
Fred Kirk Shaw representó así la Peregrinación de Gracia. Parece la Primera Comunión de los niños que están en primer término, pero cayeron ostias (de las que no tienen "h") con entusiasmo e inquina. |
Y
a los católicos se les hincharon las pelotas ya con tanta reforma. Resulta que,
si en Londres y las zonas urbanas se habían asumido estas reformas con cierta
fluidez, las zonas rurales tenían otro ritmo, especialmente en el norte de
Inglaterra, en zonas como Yorkshire, Cumberland, Northumberland y Lancashire,
donde permanecían más apegados a sus tradiciones religiosas, a sus monasterios
y a sus cosas. Y parece ser que tampoco les caía especialmente bien Thomas
Cromwell. Ni los reformistas. Bueno, ni nada de lo que hacía Enrique VIII en
materia religiosa, vaya. Y las hambrunas, subidas de precios y demás que
coincidieron también en ese momento, no ayudaron a que se viviera en un tono de
paz y calma. El alzamiento sería espontaneo y se extendería desde York al resto
del norte, pero no tardaría en encontrar un líder, un abogado llamado Robert
Aske , que a partir de Octubre de 1536 comenzaría a ser conocido como
"capitán en jefe" de la revolución, que pasaría a la historia con el
nombre de "La Peregrinación de Gracia".
El
movimiento comenzó en el Lincolnshire, el día 1 de Octubre de 1536, en una
iglesia de Louth, donde hubo un movimiento espontáneo de la población contra
las reformas religiosas realizadas por Enrique VIII, provocado por la aparición
de dos comisionados del rey enviados para examinar el tesoro de la iglesia de
St.James. Temerosos de que los comisionados pudieran querer llevarse los
tesoros de la iglesia, varios habitantes de la población se alzaron en
rebelión, y de pronto, cincuenta mil personas se encontraban reunidas para
enfrentarse a los comisionados reales. Los rebeldes del Lincolnshire reclamaban
la restitución de las organizaciones católicas (monasterios, abadías, etc...),
la derrogación de los Diez Artículos, nuevas medidas económicas y la retirada
de los reformistas de los cargos de responsabilidad que ocupaban en la corte.
Desde Louth avanzaron hasta Lincoln, donde ocuparon la catedral de la ciudad,
pero no duraría mucho, pues el 4 de Octubre Enrique VIII ordenó al Duque de Suffolk
acabar con los levantiscos. La mayoría de los rebeldes se retiraron, pero
Suffolk llegó a tiempo de atrapar a algunos de los cabecillas, que fueron
enviados a Londres y ahorcados en el patíbulo de Tyburn, en Londres, y de
hecho, algunos sufrieron la pena de traición, es decir, fueron colgados,
ahogados y descuartizados.
Pero
como habíamos avisado por ahí arriba, el Alzamiento del Lincolnshire fue solo
el prólogo de un movimiento que sería mucho más peligrosa, la ya mencionada
Peregrinación de Gracia. Quizá inspirados por el Alzamiento, numerosos norteños
se alinearon contra los edictos reformistas de Enrique VIII alrededor de su
Capitán en Jefe, Robert Aske. Y así, un mogollón de campesinos, ganaderos,
granjeros, zapateros, tejedores y demás, consiguieron tomar ni más ni menos que
York, la ciudad más importante del norte de Inglaterra y una de las que tenían
más peso político y religioso desde la época de los Plantagenet, y que de
hecho, había dado nombre a una de las facciones de la Guerra de las Dos Rosas.
Aske devolvió los monasterios a sus ocupantes, expulsó a los procuradores
reales y restableció la observancia
católica. De nuevo, Enrique VIII recurrió a sus hombres de confianza, y el
Duque de Norfolk y el Duque de Shrewsbury fueron enviados a negociar con los
rebeldes, reuniéndose cerca de Doncaster, donde Aske había reunido a más de
treinta mil personas. Quizá Norfolk y Shrewsbury habían pensado en acabar con
la rebelión a base de ostias correctivas, pero entre los dos sólo reunían doce
mil hombres, así que estaban superados en más de tres a uno por los rebeldes de
Aske, así que Norfolk no tuvo más remedio que bajarse los pantalones y prometer
un perdón general a Aske y los suyos, además de la posibilidad de que el rey
recibiera personalmente al Capitán en Jefe, así como la devolución a York de
derechos políticos de los que había disfrutado en tiempos anteriores. Aske, que
dentro de lo suyo debía ser un buen tío, aceptó las promesas de Norfolk y
disolvió la reunión.
Enrique
acabó recibiendo a Aske en Londres, y tal y como había hecho Norfolk, parece
ser que le vendió a Aske la moto de que sí, de que iba a haber cambios y que se
iban a atender sus peticiones, además de prometerle también que podría volver a
York sin problemas. Pero mientras Aske regresaba, en Febrero de 1537, una nueva
rebelión estalló en el norte. Algunos de los norteños que se habían puesto al
frente de la Peregrinación de Gracia no se habían creído las promesas de
Norfolk, así que tomaron de nuevo las armas para alzarse contra el rey. Sir
Francis Bigod, Sir Thomas Darcy, Sir John Hussey, Sir Thomas Percy y Sir John
Constable lideraron a los hombres de Cumberland y Westmorland en este nuevo
alzamiento, pero esta vez Norfolk fue más rápido, y de inmediato reprimió el
alzamiento y atrapó a sus cabecillas mientras Robert Aske era arrojado a la
Torre de Londres. Los juicios comenzaron de inmediato, y a lo largo de los
siguientes meses, 216 personas fueron ejecutadas por haber participado en la
Peregrinación de Gracia: nobles, religiosos, mujeres, comunes... Norfolk, al
que se le había encargado la pacificación del Norte, no anduvo con tonterías a
la hora de ahorcar, decapitar, despedazar o ahogar rebeldes, quizá porque el
primer alzamiento había salido de rositas bajo su responsabilidad e incluso
habían circulado rumores de que él mismo era un simpatizante de la gente de
Aske. Sea como sea, todos los líderes de la Peregrinación fueron ejecutados, y
Norfolk impuso la ley marcial en el norte.
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