domingo, 10 de marzo de 2019

ENRIQUE VIII Y SUS REINAS (VI)


Habíamos hablado anteriormente de lo diferentes que eran las personalidades de Ana Bolena y de Juana Seymour. Ana había llenado la corte inglesa de excentricidades y lujos "franceses", lo que viene siendo de despilfarro y cachondeo, y Juana resultó ser una reina mucho más sencilla, con escasas preocupaciones más allá de sus labores, que no demostró tener interés ninguno en humanismo, religión, ni nada por el estilo, lejos del catolicismo beligerante de Catalina de Aragón o del interés reformista de Ana Bolena. Una de las acciones que sí que llevó a cabo fue el acercar de nuevo a María Tudor con su padre, después del periodo de conflicto entre ambos que había supuesto el período de Ana como reina.

               El gran triunfador de la caída de Ana Bolena fue seguro Thomas Cromwell, y es que había conseguido lo que no había podido hacer por ejemplo Wolsey en su momento. Había quitado de en medio a Ana Bolena, y el premio fue convertirse en Lord del Sello Privado, cargo que antes había ocupado Thomas Bolena, y que no mucho más tarde recibiría un importante título, el de Barón Cromwell de Wimbledon. Con Enrique dedicado a la procreación, Cromwell y su compinche Cranmer, que necesitaba quitarse de encima su cercanía con los Bolena, continuaron con sus reformas, promoviendo un nuevo edicto, los llamados Diez Artículos, que continuaban vertebrando la nueva iglesia inglesa, asentando la posición de Enrique como su cabeza.

Fred Kirk Shaw  representó así la Peregrinación de Gracia. Parece la Primera Comunión de los niños que están en primer término, pero cayeron ostias (de las que no tienen "h") con entusiasmo e inquina. 

               Y a los católicos se les hincharon las pelotas ya con tanta reforma. Resulta que, si en Londres y las zonas urbanas se habían asumido estas reformas con cierta fluidez, las zonas rurales tenían otro ritmo, especialmente en el norte de Inglaterra, en zonas como Yorkshire, Cumberland, Northumberland y Lancashire, donde permanecían más apegados a sus tradiciones religiosas, a sus monasterios y a sus cosas. Y parece ser que tampoco les caía especialmente bien Thomas Cromwell. Ni los reformistas. Bueno, ni nada de lo que hacía Enrique VIII en materia religiosa, vaya. Y las hambrunas, subidas de precios y demás que coincidieron también en ese momento, no ayudaron a que se viviera en un tono de paz y calma. El alzamiento sería espontaneo y se extendería desde York al resto del norte, pero no tardaría en encontrar un líder, un abogado llamado Robert Aske , que a partir de Octubre de 1536 comenzaría a ser conocido como "capitán en jefe" de la revolución, que pasaría a la historia con el nombre de "La Peregrinación de Gracia".

               El movimiento comenzó en el Lincolnshire, el día 1 de Octubre de 1536, en una iglesia de Louth, donde hubo un movimiento espontáneo de la población contra las reformas religiosas realizadas por Enrique VIII, provocado por la aparición de dos comisionados del rey enviados para examinar el tesoro de la iglesia de St.James. Temerosos de que los comisionados pudieran querer llevarse los tesoros de la iglesia, varios habitantes de la población se alzaron en rebelión, y de pronto, cincuenta mil personas se encontraban reunidas para enfrentarse a los comisionados reales. Los rebeldes del Lincolnshire reclamaban la restitución de las organizaciones católicas (monasterios, abadías, etc...), la derrogación de los Diez Artículos, nuevas medidas económicas y la retirada de los reformistas de los cargos de responsabilidad que ocupaban en la corte. Desde Louth avanzaron hasta Lincoln, donde ocuparon la catedral de la ciudad, pero no duraría mucho, pues el 4 de Octubre Enrique VIII ordenó al Duque de Suffolk acabar con los levantiscos. La mayoría de los rebeldes se retiraron, pero Suffolk llegó a tiempo de atrapar a algunos de los cabecillas, que fueron enviados a Londres y ahorcados en el patíbulo de Tyburn, en Londres, y de hecho, algunos sufrieron la pena de traición, es decir, fueron colgados, ahogados y descuartizados.

Este es Charles Brandon, Duque de Suffolk y amigote de Enrique VIII, todo un cuñado. Y no porque supiera de todo, si no porque estuvo casado con su hermana. Con la de Enrique, no con la suya, era inglés, no un faraón. Bueno, ya me entendéis todos. 

               Pero como habíamos avisado por ahí arriba, el Alzamiento del Lincolnshire fue solo el prólogo de un movimiento que sería mucho más peligrosa, la ya mencionada Peregrinación de Gracia. Quizá inspirados por el Alzamiento, numerosos norteños se alinearon contra los edictos reformistas de Enrique VIII alrededor de su Capitán en Jefe, Robert Aske. Y así, un mogollón de campesinos, ganaderos, granjeros, zapateros, tejedores y demás, consiguieron tomar ni más ni menos que York, la ciudad más importante del norte de Inglaterra y una de las que tenían más peso político y religioso desde la época de los Plantagenet, y que de hecho, había dado nombre a una de las facciones de la Guerra de las Dos Rosas. Aske devolvió los monasterios a sus ocupantes, expulsó a los procuradores reales  y restableció la observancia católica. De nuevo, Enrique VIII recurrió a sus hombres de confianza, y el Duque de Norfolk y el Duque de Shrewsbury fueron enviados a negociar con los rebeldes, reuniéndose cerca de Doncaster, donde Aske había reunido a más de treinta mil personas. Quizá Norfolk y Shrewsbury habían pensado en acabar con la rebelión a base de ostias correctivas, pero entre los dos sólo reunían doce mil hombres, así que estaban superados en más de tres a uno por los rebeldes de Aske, así que Norfolk no tuvo más remedio que bajarse los pantalones y prometer un perdón general a Aske y los suyos, además de la posibilidad de que el rey recibiera personalmente al Capitán en Jefe, así como la devolución a York de derechos políticos de los que había disfrutado en tiempos anteriores. Aske, que dentro de lo suyo debía ser un buen tío, aceptó las promesas de Norfolk y disolvió la reunión.

Hans Holbein el Joven retrató así de sencillo a Thomas Howard, el Duque de Norfolk, que pasó vergüencita chunga cuando tuvo que capitular en el norte frente a la Peregrinación de Gracia. Ya sabemos lo que hacía Enrique con la gente que se le atravesaba... 


               Enrique acabó recibiendo a Aske en Londres, y tal y como había hecho Norfolk, parece ser que le vendió a Aske la moto de que sí, de que iba a haber cambios y que se iban a atender sus peticiones, además de prometerle también que podría volver a York sin problemas. Pero mientras Aske regresaba, en Febrero de 1537, una nueva rebelión estalló en el norte. Algunos de los norteños que se habían puesto al frente de la Peregrinación de Gracia no se habían creído las promesas de Norfolk, así que tomaron de nuevo las armas para alzarse contra el rey. Sir Francis Bigod, Sir Thomas Darcy, Sir John Hussey, Sir Thomas Percy y Sir John Constable lideraron a los hombres de Cumberland y Westmorland en este nuevo alzamiento, pero esta vez Norfolk fue más rápido, y de inmediato reprimió el alzamiento y atrapó a sus cabecillas mientras Robert Aske era arrojado a la Torre de Londres. Los juicios comenzaron de inmediato, y a lo largo de los siguientes meses, 216 personas fueron ejecutadas por haber participado en la Peregrinación de Gracia: nobles, religiosos, mujeres, comunes... Norfolk, al que se le había encargado la pacificación del Norte, no anduvo con tonterías a la hora de ahorcar, decapitar, despedazar o ahogar rebeldes, quizá porque el primer alzamiento había salido de rositas bajo su responsabilidad e incluso habían circulado rumores de que él mismo era un simpatizante de la gente de Aske. Sea como sea, todos los líderes de la Peregrinación fueron ejecutados, y Norfolk impuso la ley marcial en el norte.

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