Fanfarrias y clarines por
Inglaterra, el reino al fin tenía un príncipe. El niño fue bautizado el 15 de
Octubre en el propio palacio de Hampton Court, sus hermanas María e Isabel
participaron en la ceremonia, pues la llegada del heredero clarificaba su
situación en la corte. Con un príncipe, ellas ya no podían ser reinas, y por lo
tanto, dejaban de ser una amenaza para su propio padre. Pero había una ausente
en la ceremonia, y es que Juana Seymour aún no se había recuperado del parto.
Al parecer la llegada del pequeño Eduardito al mundo no había sido un camino de
rosas (ni rojas ni blancas), y todo indica que el parto duró unas sesenta
horas. Juana moría el 24 de Octubre en Hampton Court, doce días después de
haberle dado a Enrique el heredero que llevaba años pidiendo, y a día de hoy no
sabemos exactamente el motivo: infección, retención de la placenta... a saber.
El caso es que el rey se quedaba de nuevo viudo, pero por primera vez una de
las reinas de Enrique recibía un funeral de estado, presidido por Lady María
Tudor. Y años más tarde, pese a que tendría tres mujeres más, a la muerte de
Enrique este sería enterrado junto a Juana Seymour.
Enrique
tenía ya un heredero, un niño. Pero era eso, sólo un bebé, y en aquellos años
era fácil que los niños no vivieran. Especialmente si tenían enemigos, y
Enrique ya empezaba a ver enemigos por todas partes. Los Pole, por ejemplo, que
desde su punto de vista, habían conspirado para derrocarle, formando una
conspiración con el Papa y el Emperador. Entre 1538 y 1539 todos y cada uno de
los miembros de la familia Pole que habían sido atrapados en Inglaterra fueron
ejecutados, incluyendo a la anciana Margaret Pole, hasta el punto de que el
único superviviente fue, precisamente, aquel al que Enrique más odiaba,
Reginald, escondido en el continente. La acusación era de traición, pero lo que
Enrique estaba haciendo, ayudado por Cromwell, era eliminar contendientes para
el trono. Con la muerte de Margaret Pole y sus herederos desaparecían los
últimos Plantagenet que podrían haber aspirado al trono, los últimos
descendientes de la dinastía de York. Total Party Killer.
El príncipe Eduardo el Mofletes, pintado por Hans Holbein el Joven. Probablemente, el rey más mono que haya tenido Inglaterra. |
Además
de cuadrar la línea de sucesión, que ya continuaba con su hijo Eduardo, en esos
años Enrique supo aprovechar las debilidades políticas del extranjero para
reforzar su dominio de las islas británicas. Más o menos coincidiendo con todo
esto que hemos contado, el Emperador Carlos V, el coco de Enrique, continuaba
teniendo meriendas de bofetones con los Electores del Sacro Imperio a cuenta de
la Reforma Protestante, y Enrique había llegado a un tiempo de entendimiento
con Francisco de Francia, así que aprovechó para poner la Roomba y ordenar la
casa, incorporando, por ejemplo, el País de Gales a la corona inglesa, uniendo
ambas naciones en un solo país. Pero la paz duraría poco, ya que Carlos y
Francisco volverían a establecer una nueva temporada de acercamiento, lo que
provocó que Enrique tuviera una serie de ataques de paranoia, probablemente
ayudado por las noticias que para él filtraba Cromwell. Enrique se sentía de
nuevo aislado, y comenzó a prepararse para una eventual invasión de Inglaterra
desde el continente. Así que el rey y Cromwell pusieron en marcha la maquinaria
de las cancillerías reales para buscar una nueva reina para el rey. Enrique
tenía ya cuarenta y nueve años, y su historial no era particularmente inmaculado.
A los reyes de aquella época se les morían las reinas con cierta frecuencia,
debido sobre todo a problemas en complicados partos, múltiples embarazos, y que
la salud de la época, las sangrías y las pócimas a base de plomo y extracto de
vinagre tampoco ayudaban mucho, así que no era extraño que el rey inglés
hubiera tenido ya tres esposas... pero el divorcio de la primera y la condena
de la segunda no le ponían como un soltero con garantía Meetic, a lo que hay
que añadir su compleja situación política. Enfrentado a España, Francia, el
Papado y el Imperio... ¿dónde podía encontrar Enrique una esposa que a la vez
le granjeara una alianza?
La
sugerencia llegó de Cromwell, que sugirió que Enrique conociera a Ana de
Cleves. Johann III de la Marck, duque de Cleves, Berg, Mark y Ravensberg, había
muerto en 1538, con lo que los títulos familiares habían pasado a su hijo,
Wilhelm, igual que la custodia de sus hermanas. Y se daba la casualidad de que
Wilhelm de Cleves el Rico era un ferviente defensor de las doctrinas luteranas
de las que Cromwell estaba tan cerca, y era por lo tanto, enemigo de Carlos V.
A través de una boda con Ana de Cleves (o con su hermana Amalia), Enrique podía
hacerse amiguete de los señores imperiales que se enfrentaban al Emperador, lo
que abría nuevas posibilidades en el caso de que finalmente, como el rey
sospechaba, en algún momento Carlos decidiera atacar Inglaterra. En lugar de
conocerse por Badoo, Enrique envió a su
pintor de cámara, Hans Holbein, a Alemania para que consiguiera un retrato de
las dos hermanas del Duque Wilhelm. Los retratos viajaron a Inglaterra, el rey
eligió a Ana, y se empezaron a atar los lazos necesarios para el matrimonio.
Cromwell lo había vuelto a hacer, le había dado al rey una reina, una
alianza... y la posibilidad de nuevos hijos, nuevos herederos al trono ante la
posibilidad de que Eduardo no sobreviviera a sus años de niñez. Ahora... al
parecer, la versión de Cromwell de Ana era la de Instagram. Según él, Ana era
una mujer educada, de gran cultura y sofisticación... y esto es... FALSO. Ana de Cleves no había tenido ningún tipo de
formación cultural y además sólo hablaba alemán. Así que cuando se dirigió
hacia Inglaterra, después de que su matrimonio se pactara el 4 de Octubre de
1539, Ana se dirigía hacia un nido de víboras que esperaba a una reina que no
era ella.
Enrique
y Ana (al menos podía aprovechar las iniciales de Ana Bolena que había en los
palacios, ajuares, mantelerías y demás), se conocieron el 1 de Enero de 1540 en
Rochester. El rey había salido a su encuentro acompañado por algunos de sus
hombres y miembros de la corte, entre ellos los embajadores de Francia y
España. La pintura de Holbein había hecho pensar a Enrique que se iba a
encontrar casi con una diosa... y al parecer, cuando la vio de verdad se sintió
como si le hubieran quitado un buen solomillo para ponerle delante un plato de
espinacas hervidas. Los presentes cuentan que el rey se mostró educado en todo
momento, pero estaba disgustado, y cuando Enrique se disgustaba, las cabezas solían
salir rodando. Enrique necesitaba un responsable, o más bien, un culpable, y lo
tenía cerca. Así que en vez de recibir felicitaciones y nuevos títulos, Thomas
Cromwell se encontró con que había perdido toda la confianza del rey, que
además le había encomendado una misión imposible: encontrar una forma legal de
deshacerse de Ana sin romper los vínculos de amistad con Alemania. Ni de coña,
vaya.
Aún
así, Enrique y Ana contrajeron matrimonio el 6 de Enero, pero no pasó lo que
tenía que pasar. De hecho, no pasó esa noche, ni la siguiente, ni la
siguiente... Y es que según contaba Ana a sus damas, por las noches, cuando
Enrique llegaba a su cama, la besaba para desearle buenas noches, le daba la
mano y de decía "Buenas noches", y a la mañana siguiente, lo mismo
pero cambiándolo por "adiós". El matrimonio no se consumaba, y los
enemigos de Cromwell, que llevaban años callando, comenzaron a salir como
champiñones, dirigidos por el Duque de Norfolk y el Arzobispo de Winchester,
Stephen Gardiner. Y el día 10 de Junio, Cromwell fue arrestado y arrojado a las
mazmorras de la Torre de Londres, como si fuera una deuda kármica a saldar con
todos aquellos a los que había enviado allí desde los tiempos de Tomás Moro y
John Fisher, y sus detractores no tardaron en acusarle de todo. Conspiración,
fraude, herejía... Cromwell intentó defenderse, pero no había nadie a quien le
interesara lo que pudiera decir. Un par de semanas después de la captura de
Cromwell, Ana de Cleves recibió la visita de los agentes del rey, pidiéndole
que abandonara la corte, y unos días después, el 6 de Julio, se le notificaba
que el rey solicitaba el divorcio, poniendo como excusa un compromiso de
matrimonio previo entre Ana y el Duque Francisco de Lorena, lo que se entendía
que invalidaba su unión.
Ana
dijo que sí. Que se divorciaba. Que sin problemas, todo para ti. Además, los
médicos afirmaron que Ana seguía siendo virgen (y también pusieron especial
interés en que todo el mundo supiera que aquello no era culpa de Enrique, que
él seguía siendo un machote y no necesitaba pastillitas azules ni nada), de
modo que el matrimonio, además de ilegal, no se había consumado. Y el rey, que
no debía estar acostumbrado a que le pusieran las cosas fáciles, otorgó a Ana
cuantiosos bienes y la dio el título de "Querida Hermana del Rey",
que es como al parecer se la trató de ahí en adelante en la corte, como si
fuera una de las hermanas de Enrique. Curiosamente, Ana se quedaría el resto de
su vida en Inglaterra, y viviría muchos años, todos ellos en paz y calma, aceptando
eventuales invitaciones a la corte, pero sobre todo, ganando fama de ser una
mujer tranquila y sencilla. Ana supo quitarse de en medio a tiempo, así que
sólo rodó una cabeza. La de Cromwell, que fue ejecutado el 28 de Julio en la
Torre, decapitado de forma tosca e ineficiente por un verdugo que requirió de
varios golpes para separar del cuello la cabeza del Lord del Sello, o sea, un
asco de muerte. Que además, de alguna forma, Enrique terminó rechazando,
argumentando que los detractores de Cromwell habían tramado su muerte basándose
en falsas acusaciones... Pero bueno, eso sería más adelante, porque según le
estaban cortando la cabeza a Cromwell, Enrique estaba casándose con Catalina
Howard en el palacio de Oatland...
¿Cómo?
¿Que se casaba otra vez? ¿Con quién? ¿Tan deprisa? ¿En serio?
Pues
sí, en serio. Hablaremos de los Howard y Catalina pronto...
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